jueves, 12 de marzo de 2009

En medio del desastre, una luz de optimismo

En medio del desastre, una luz de optimismo

En medio del panorama desolador que presente hoy Argentina, y que seguramente empeorará a medida que pasen los días, hay algo que permite ser optimistas.

Creo que quienquiera que sea que suceda a los Kirchner y a su nefasta cohorte de funcionarios y empresarios amigos, ha aprendido de estos una lección imborrable: saben exactamente qué es lo que no hay que hacer y saben que nuestro país depende, en una enorme medida, del campo y de la agro-industria.

Estoy absolutamente convencido que Solá, Macri, Reutemann, Cobos, Carrió, Binner o quien resulte electo después del Apocalipsis, han percibido que sólo la ignorancia, la soberbia, el odio, la intemperancia de la pareja gobernante nos han colocado en el peor lugar entre los países que, en América Latina entera, deberán afrontar el tsunami que ya ha comenzado a inundar nuestros países de desempleo, de hambre y de inseguridad.

Han comprendido que, con seguridad jurídica y claridad, razonabilidad y estabilidad en las reglas de juego, Argentina puede volver a ser, muy rápidamente por cierto, una factoría que produzca alimentos –los únicos productos que podrán soportar el embate de la caída del comercio internacional, pues los pueblos necesitan comer- para quinientos millones de personas.

Han entendido que exactamente lo mismo sucederá con nuestro sector de petróleo y gas que, en razón del desinterés en explorar, ha visto disminuir, hasta casi desaparecer, su nivel de reservas.

Es cierto que, para llegar al próximo período constitucional, Argentina deberá atravesar un Jordán sumamente complicado y riesgoso, pleno de problemas sociales causados por la inexistencia de una verdadera red de contención para los despidos y cierres de establecimientos industriales y comerciales que ya han comenzado a producirse y que se acelerarán, brutalmente, en un corto futuro.

La ceguera y la persistencia en el error de nuestros actuales gobernantes nos está conduciendo al caos, ya visualizado a través del incremento notable de la inseguridad cotidiana, y nos aproximamos, como un tren sin frenos y conducido por un demente, a una insalvable pared. Pronto nos estrellaremos contra ella.

Tampoco puede faltar en este análisis la verdadera sangría que está afectando al kirchnerismo en ambas cámaras del Congreso puesto que, cuando haga perder a éste sus mayorías automáticas, caerán los pilares sobre los cuales Néstor y Cristina han construido su poder dictatorial: la modificación del Consejo de la Magistratura, el absoluto debilitamiento de los organismos de control, los “superpoderes”, etc..-

Y todos sabemos –ya que lo han confirmado desde sus tiempos de Santa Cruz- los Kirchner no saben gobernar con disenso democrático, con ideas distintas al pensamiento único, con cámaras adversas, con jueces independientes y dispuestos a investigar hechos pretéritos, pero también hechos actuales.

¿Qué va a suceder entonces? Sólo puedo imaginar dos posibilidades: la huida o la resistencia a cualquier precio.

Pese a la famosa frase que dice que “al enemigo que huye, puente de plata”, creo que nos debemos, y deberemos a nuestros hijos, el juzgamiento imparcial de quienes nos han robado –además de empresas, ahorros y dineros- el mejor momento que la coyuntura internacional dispensó a la Argentina en casi ochenta años.

Por ello, seré partidario entonces de la detención de Kirchner, de Cristina y de sus cómplices, y la realización de un juicio con todas las de la ley y observación internacional.

En lo que a la segunda posibilidad -la resistencia- se refiere, prefiero no hacer pronósticos, pues estos resultarían sumamente agoreros y este artículo, como dice su título, pretende mostrar la luz que existe al final del túnel.

Como dije en otra nota reciente: lo que tenga que pasar, que pase pronto.

Bs.As., 12 Mar 09
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