domingo, 30 de agosto de 2009

¡A la guerra!

¡A la guerra!

“Aún en el supuesto de que todavía estéis haciendo algo bueno, habéis permanecido aquí demasiado tiempo. Así que yo os digo: idos, ya queremos perderos de vista. Por el amor de Dios, ¡marchaos!
Cromwell, a los miembros del Parlamento

Don Néstor, este mariscal que llevó al peronismo a la peor derrota electoral de su historia, sigue mandando y ordenando a su tropa que, al son marcial de los carpetazos y de los tarjetazas, continúa recuperando su tamaño original, ya que no su calidad.

Hace unos días, nos sorprendió con la cooptación de la inefable Senador Roxana Latorre quien, para explicar su voltereta política, no tuvo mejor idea que recurrir, falseándolo, al orden de llegada de las firmas al proyecto oficialista.-

Esta semana hizo lo propio con uno de los grupos aparentemente más combativos del campo, Pampa Sur, engulléndose, a cambio de una Secretaría de Estado, a María del Carmen Alarcón, a Miguel Saredi y, al menos hasta que se demuestre lo contrario, a Mariano Pinedo, Este pase debiera motivar, si tuviera la dignidad suficiente, la renuncia inmediata del Secretario de Agricultura, que se habría quedado sin funciones.

Otra –en este caso, “re”- incorporación a la “Armada Brancaleone” de Kirchner, es la de los “traidores” intendentes del Conurbano, aquéllos al que el imperdible Ishii había salido a buscar después del 28 de junio. Parece que los encontró y, a su pesar, los sumó, porque ahora se dice herido por la zigzagueante actitud de Kirchner frente a los “barones”.

En mayo de 2007, en una de mis notas, pronostiqué que a don Néstor (entonces ignoraba que pondría sobre su falda a doña Cristina) no lo podríamos sacar con cacerolazos ni con carritos de supermercado y, ni siquiera, con votos. La reacción de estos días, con Kirchner gritando a los cuatro vientos que en las elecciones “la gente votó por profundizar el modelo”, no hace más que darme la razón.

También, pero acompañado en la profecía por muchos otros, preví que, desde junio a diciembre, don Néstor intentaría sacar muchísimas leyes que la ciudadanía rechaza, y establecí dos patrones de conducta para los diputados cuyo mandato vencerá entonces: el salto hacia el campo vencedor, en busca del calor del nuevo sol, o la extensión de manos, en pos de un tranquilo retiro pagado con fondos reservados. Lamentablemente, hemos visto muchísimo menos de los primeros, mientras que los segundos le permiten al Gobierno obtener mayorías superiores, incluso, a las que disponía antes de la derrota.

Este fenómeno tiene dos explicaciones: la falta de sanción condenatoria de la sociedad en general a quienes traicionan sus mandatos y la absoluta ausencia de una oposición medianamente articulada, capaz de poner freno a estos dislates.

Por lo demás, esa fecha tan esperada, la del 10 de diciembre, será postergada, en uso de la facultad constitucional de doña Cristina para no convocar a sesiones extraordinarias, hasta el 1° de marzo, momento en el cual los nuevos legisladores comenzarán, realmente, a calentar sus bancas y el ambiente.

Sin embargo, ese mágico plazo, que podría calificarse de breve en un país normal –finalmente, faltan nada más que seis meses- no tendrá efecto alguno, como bien lo demostró esta semana la Presidente al vetar otra ley aprobada por unanimidad en ambas cámaras.

Ese gesto, que obligó a los legisladores adictos a asumir el papelón y a confesar que no habían leído el texto sancionado, señala a las claras cuál será la actitud del Gobierno frente a cada ley que le resulte incómoda o contraria a sus intereses. El término “vetocracia” es un neologismo adoptado por la inmensa mayoría de los comentaristas políticos.

La semana pasada entró al Congreso el proyecto de ley del Poder Ejecutivo que establece un nuevo régimen para los medios audiovisuales de la Argentina, y todos coinciden en que el Gobierno dispondrá de las mayorías necesarias para su aprobación.

El proyecto –confieso no ser un especialista en el tema- puede ser bueno o malo, y según para quién, pero es innegablemente inoportuno. Especialmente por la cláusula que distribuye la propiedad de tales medios por tercios, sin explicar ni autoexplicarse de dónde saldrá la financiación indispensable, y por aquélla que establece que las licencias durarán sólo dos años, obligando a los titulares a ser obsecuentes respecto al Estado otorgante.

Y, proviniendo de los Kirchner, que mataron la independencia periodística en Santa Cruz (ver los informes de OPI Santa Cruz
[1], la única agencia electrónica local, que publica sólo por Internet) y que han bastardeado todas las instituciones nacionales y todos los organismos de control, resulta harto sospechoso el apuro por aprobarlo antes de que se modifique la composición de las cámaras.

Hoy, en un reportaje que publica ‘El Tribuno’, de Salta, Jorge Giaccobe, a quien respeto enormemente, se equivoca al decir que, cuando elegimos un presidente, firmamos un contrato innominado con él, que dura cuatro años. Y se equivoca, básicamente, porque los contratos son, esencialmente, bilaterales, es decir, establecen obligaciones recíprocas para las partes.

Como es obvio, don Néstor y doña Cristina, su figurante, han incumplido totalmente el teórico contrato original que fue firmado en las elecciones que, para desgracia nuestra, los llevaron al poder, a una atrás del otro. En nombre de ese contrato, hubieran debido respetar la democracia y las instituciones, futuro tan declamado en sus campañas como presente negado en el ejercicio del poder.

En realidad, y como su nombre lo indica, los Kirchner recibieron, de parte de la ciudadanía toda, un mandato, es decir, sólo la obligación de representar a sus mandantes, verdaderos titulares del poder.

Y ese mandato, también bilateral, tiene límites muy precisos: ningún mandatario puede hacer más, o menos, que lo que su mandante le ordena. Y si bien pudieron entender otra cosa, no tienen excusas para dejar de asumir la dura corrección que significó el 28 de junio, cuando el 70% de los ciudadanos les dijimos que no nos gustaba el modo en que estaban ejerciendo ese mandato.

Y aquí llegamos al quid de la cuestión. Tenemos que elegir entre dos ‘bienes’, tenemos que determinar cuál es superior.

El primero es nuestro natural interés en recuperar, para el país, la normalidad, traducida ésta en el cumplimiento de los ciclos constitucionales, con total prescindencia de qué suceda dentro de cada uno de ellos. Sencillamente, elegir cada cuatro años, y corregir el rumbo sólo en el período presidencial siguiente

El segundo, que reconozco duro, es privilegiar la democracia y el bienestar de los ciudadanos, el desarrollo económico, la independencia de poderes, la justicia social, la independencia de los poderes, el federalismo, la libertad de expresión, la moral pública.

Entre esas dos opciones se juega el futuro de la Argentina. Y hay que optar ya mismo.

Ahora bien: Kirchner, y su mandada, han declarado la guerra al país y, con ello, a todos nosotros, aliados solamente a algunos ‘ellos’ distintos, agresivos y perdedores en las urnas.

Entonces, para decidir, debemos formularnos algunas preguntas.

En nombre de la legalidad,
a) ¿debemos permitir que Kirchner transforme a nuestra patria en una república bolivariana?
b) ¿debemos aceptar que Kirchner continúe destruyendo al interior del país, en especial, y a todo éste?
c) ¿debemos permitir que Kirchner imponga su voluntad por sobre las decisiones del Congreso?
d) ¿debemos permitir que la desenfrenada y obscena corrupción siga campeando a su aire?
e) ¿debemos permitir que continúe el verdadero despilfarro demagógico y clientelista de los escasos dineros públicos, a expensa del hambre de los argentinos?
f) ¿debemos permitir que continúe el irracional gasto en comodidades personales de los Kirchner, a expensas de la muerte infantil en nuestra sociedad?
g) ¿debemos permitir que se siga extorsionando a gobernadores e intendentes adictos mediante el reparto discrecional de fondos copartibles para asegurar su adhesión a este ‘modelo’ suicida?
h) ¿debemos permitir que, por su odio transnochado, Kirchner nos impida aprovechar el viento de cola que, parece, ha comenzado a soplar sobre Argentina?

Como todos sabemos, y como se ha dado en la historia muchas veces, vientos autoritarios y tiránicos soplan en América Latina, y Argentina está recibiendo sus ráfagas.

Chávez lo ha hecho en Venezuela. En nombre de una presunta legalidad obtenida, trágicamente, en las urnas, ha conculcado todas y cada una de las libertades de sus ciudadanos, ha destruido hasta el último vestigio de institucionalidad, y ha empobrecido a su país, pese al mar de petróleo y gas sobre el cual se encuentra asentado. ¿Estamos dispuestos a tolerar algo así en Argentina, privilegiando una teórica normalidad?

Otro tanto quiso hacer Zelaya en Honduras, pero sus instituciones –el Congreso y el Poder Judicial- consiguieron evitarlo, a pesar de que la propaganda chavista vendió una imagen golpista y reaccionaria al mundo.

También, están intentándolo Correa, en Ecuador, y Ortega, en Nicaragua, financiados por Chávez en sus esfuerzos por quebrar todo el sistema verdaderamente democrático de sus países. ¿Estamos nosotros dispuestos a llegar a esa instancia en nombre de una supuesta normalidad?

Vayamos, pues, a la guerra. Una guerra que no buscamos, pero que debemos combatir, por nosotros, por nuestros hijos y por nuestros nietos.

Debemos recurrir a todos los mecanismos legales y constitucionales necesarios para expulsar a los Kirchner del poder.

Nuestra Carta Magna tiene mecanismos perfectamente establecidos para impedir que los tiranos se apoltronen en el sillón de Rivadavia. Y ee a eso a lo que tenemos que llegar, y llegar ya mismo, pues mañana podrá ser tarde.

Unámonos todos en un grito común: ¡juicio político ya!, y castigo para esta siniestra pareja y sus cómplices y testaferros,

Salgamos ya mismo a reclamar a nuestros legisladores, vía recolección de las firmas necesarias, la votación del inicio del proceso de destitución democrática de estos usurpadores. Sí, usurpadores, pues están ejerciendo poderes de los que no disponían para imponernos su maléfica voluntad.

Y, sobre todo, aprendamos que no podemos entregar, nunca más, cheques en blanco a nuestros gobernantes, pues los usarán en contra de sus representados para hacer todo y cualquier cosa para perpetuarse en el poder.

Bs.As., 30 Ago 09




[1] http://www.opisantacruz.com.ar/home/2009/08/27/que-cfknk-hablen-de-%e2%80%9clibertad-de-expresion%e2%80%9d-es-como-charles-mason-hablando-de-derechos-humanos/7210

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martes, 25 de agosto de 2009

Abusos contra una sociedad apática

Abusos contra una sociedad apática

“Ningún pueblo, ninguna época, ningún hombre de pensamiento se libra de tener que delimitar, una y otra vez, libertad y autoridad, pues la primera no es posible sin la segunda, ya que en tal caso se convierte en caos, ni la segunda sin la primera, pues entonces se convierte en tiranía”
Stefan Zweig


Todavía, y a pesar de haberme esmerado, no he conseguido entender a qué se debe que la gente, en general, no reaccione ante los permanentes abusos de poder que, diariamente, cometen los Kirchner.

El estilo de confrontación puesto en práctica, desde 2006, por la pareja imperial que nos gobierna sólo pudo tener éxito en una sociedad como la argentina, sumergida en la apatía y en el desinterés, manifestada en una oposición invertebrada e incapaz.

Ante esa real “nada”, se yergue la figura de don Néstor -representado hoy por su mandada, doña Cristina- que carece de prejuicios y de límites a la hora de ejercer el poder concentrado, lo cual le permite ocupar, aún después del cachetazo electoral del 28 de junio, el centro de la escena.

El resto de los actores, sean éstos políticos, legisladores, dirigentes gremiales o agropecuarios, líderes espirituales, periodistas y “opinólogos” nos limitamos a bailar al son que Kirchner decide, en cada momento, tocar.

Resulta altamente llamativa la falta de reacción de la sociedad entera frente a medidas gubernamentales, inclusive aquéllas que golpean al bolsillo o que ofenden a principios fundamentales de nuestra escasa red de vinculación social.

Hemos permanecido como espectadores pasivos cuando el ex Presidente decidió, en 2006, prohibir las exportaciones de carnes, aún sabiendo que tal medida era perjudicial para el país entero y absolutamente falsos los argumentos esgrimidos para su dictado.

Lo mismo hicimos cuando, en 2007, y absolutamente a dedo, designó a su mujer como su sucesora, transformando a nuestra débil democracia en una fuerte tiranía.

Impertérritos, asistimos a los retos y diatribas que, desde el atril, se derraman diariamente sobre sectores enteros de la sociedad, aún cuando se trate de aquéllos que, de una forma u otra, encarnan los últimos reductos de la libertad.

Hicimos intentos, muy suaves por cierto, de acompañar al campo cuando fue atacado sin piedad por don Néstor, pese a que, por su capacidad de innovación y su dinamismo, puede compararse, en nuestras latitudes, a los pozos de petróleo de los árabes. Hoy hemos abandonado hasta esas mínimas actitudes de dignidad, para permitir que la destrucción de nuestro interior y de nuestra maquinaria agrícola se consume.

Tampoco reaccionamos cuando fueron robados los ahorros de quienes, al calor de una legislación vigente, habían dejado de confiar en el sistema público de seguridad social. Hoy asistimos, impávidos, al mal uso de esos recursos, pese a que, por experiencia, sabemos del saqueo al que fueron siempre sometidos los fondos provisionales, y las consecuencias que ello continúa acarreando a la clase pasiva.

Hemos tolerado, riéndonos, del mal trato propinado por nuestros presidentes –los Kirchner- a todos los países y a sus mandatarios, con las obvias excepciones de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba, actitudes que nos han hecho desaparecer del mapa del mundo, especialmente en lo que a inversiones extranjeras se refiere.

Hemos visto y comprobado los peores actos de corrupción que recuerda la historia de nuestra país, comenzando por los famosos fondos de Santa Cruz, sin que se nos mueva un pelo ni exijamos a los jueces actuar en consonancia.

Por ignorancia, desoímos las voces de alerta que sonaron cuando don Néstor reformó la estructura del Consejo de la Magistratura para someterlo a su control directo, y cuando hizo lo propio con todos y cada uno de los organismos de control.

Hemos tolerado, ad nauseam, el manejo discrecional de la pauta oficial de publicidad, pese a saber que la supervivencia de los medios de prensa depende, en gran medida, de su reparto neutral.

No se nos movió un pelo cuando la actual Presidente vetó la Ley de Protección a los Glaciares, pese a que había sido sancionada, por unanimidad, en ambas cámaras del Congreso. Según parece, nuestra actitud será similar hoy mismo, cuando doña Cristina, fiel cumplidora de las órdenes de don Néstor, acaba de vetar la Ley de Emergencia Agropecuaria, que había recibido idéntico tratamiento en el Parlamento.

Qué decir de nuestra reacción frente al uso de los bienes oficiales y públicos por ciudadanos privados, o frente a las candidaturas “testimoniales”.

Impávidos, escuchamos a ex funcionarios de toda laya explicar los manejos intra Gobierno, pese a que nos enteran, oficialmente, del espionaje al que estamos sometidos los ciudadanos de este país.

Nadie pregunta por qué exportamos fueloil de alta calidad e importamos, de Venezuela claro, uno de pésima, absolutamente contaminante. Ni por qué nos “desendeudamos” con el Fondo Monetario, al cual pagábamos con una tasa de interés de “amigo” para pedir dinero a Chávez, que nos presta usurariamente.

Ni por qué los socios de don Néstor en el juego reciben concesiones extendidas hasta el 2023, con la insólita condición (¡vaya sacrificio!) de poner más tragamonedas en el Hipódromo de Palermo.

No nos inquietamos cuando los Kirchner prometen obras de todo tipo, feedlots fantásticos o planes de empleo irrealizables, aún sabiendo que no tienen caja para cumplir.

Vemos, día a día, como la voracidad del poder centralizado ahoga a las provincias –lo cual las obligará a emitir, nuevamente, patacones y otros bonos de nombres ridículos- para disciplinar a sus gobernadores, y ni siquiera los del interior se enojan.

Tampoco cuando operadores del Gobierno “borocotizan” legisladores y mandatarios provinciales, ni cuando montan operaciones falsas y denigrantes contra candidatos, que resultan pocos días después evidenciadas.

Permitimos, abúlicos, que nuestra gente se empobrezca y se muera de hambre y de falta de atención, mientras se gastan sumas siderales –al día de hoy, ya $ 400 millones- en el fútbol “gratis”.

No nos inquieta que el Estado intervenga, a veces hasta retroactivamente, en los contratos privados, o cuando opera sobre los gremios para hostilizar a concesionarios públicos, o cuando se les congelan las tarifas mientras se les exige inversiones, pese al perjuicio que todo ello implica para la seguridad jurídica, cuya inexistencia nos priva de las indispensable llegada de capitales externos.

No nos quejamos de los Kirchner, a pesar de que sus insanas políticas nos han dejado ya sin petróleo, sin gas, sin luz, sin carne, sin trigo, sin maíz, sin crédito y fuera de todos los mercados internacionales.

Ni siquiera nos impresiona la comprobación del desprestigio que el nombre de la República Argentina se ha ganado en el mundo entero desde que esta nefasta pareja llegó a la Rosada.

Y, si seguimos así, tampoco reaccionaremos contra una nueva Ley de Radiodifusión, la nueva arma elegida por el Gobierno para su guerra contra Clarín, que implicará nuevas concesiones de poder a Kirchner, o contra las leyes de arrendamientos rurales y de locaciones urbanas, ambas gravísimas para el futuro.

Para concluir, me permito introducir aquí un viejísimo cuento: dicen que, en la época de los zares, se llevó a cabo un progrom contra una aldea judía en la frontera oeste del Imperio, la cual resultó totalmente destruida y todos sus habitantes muertos. Sólo un hombre sobrevivió, y se lo veía después gritando en la estepa: “Vosotros, que quemasteis nuestros campos y aldeas; vosotros, que violasteis a nuestras mujeres y a nuestras hijas; vosotros que matasteis a nuestros parientes y amigos … no abuséis, no abuséis …”

Creo que ha llegado la hora de preguntarnos qué nos sucede, qué fue lo que nos convirtió en esta masa informe, acostumbrada por décadas a recibir toda clase de golpes, a esta salvaje costumbre del “sálvese quien pueda”. Hasta que tal cosa no suceda, hasta que tomemos acabada conciencia de qué somos y qué debemos hacer para dejar de serlo, no tendremos destino alguno.

Bs.As., 25 Ago 09

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jueves, 20 de agosto de 2009

Cristina, dos mujeres y la siniestra realidad

Cristina, dos mujeres y la siniestra realidad


Nuestra excelsa Presidente, doña Cristina, acaba de terminar su discurso fundacional desde la sede de la AFA, gracias a Dios transmitido por la Cadena Nacional de Radio y Televisión. Digo “gracias a Dios” pues, de no haber hecho uso de este resorte presidencial, los argentinos nos hubiéramos perdido su palabra señera.

En su alocución, realizada en un “día histórico” (sic), nos explicó que el fútbol es un derecho esencial de las personas, comparable al derecho a la vida, a la educación, a la salud, al trabajo y a la vivienda.

Además, nos permitió asomarnos a su filosofía de gobierno, cuando comparó la transmisión de los partidos de fútbol por cable, en realidad “un secuestro de los goles” (sic), con el secuestro de los 30.000 desaparecidos.

Nos informó que, con la adquisición del derecho a ver los partidos gratis, se pagaba una deuda social enorme que la sociedad tenía con su población. Además, nos dijo que no costaría un solo peso al Gobierno, ya que el pago se haría “direccionando” (sic) hacia los espectáculos deportivos la publicidad oficial.

En resumen, un notable discurso que, con toda seguridad, pasará a los anales de la política pública argentina.

Fue tan grande mi emoción al oírla que, por unos momentos, conseguí olvidar que, en Argentina, mueren todos los días chicos de hambre, que cada día perforan la línea de la pobreza 5.000 personas, que se está aplicando a las poblaciones indígenas del Chaco, de Formosa y de Salta un verdadero genocidio, que la droga asola nuestras ciudades, que la salud pública está desfinanciada y colapsada, que la educación se ha degradado y ha vuelto el analfabetismo, erradicado en el siglo XIX, que cada vez hay más gente viviendo en la calle, que la inseguridad campea a su antojo por el país, y miles de etcéteras que, de no haber sido por doña Cristina, seguirían quitándome el sueño.

Hace unos días, la misma Presidente nos había dicho que era objeto de un “fusilamiento mediático”, dejando entrever que la corporación a la cual el Estado, inmiscuyéndose arbitrariamente en un contrato entre personas jurídicas privadas, había conseguido quitarle sus derechos, pretendía tal despropósito.

Por méritos propios, entonces, encabeza esta lista la inefable doña Cristina, la nueva abanderada de los ricos a ser censados.

Recuerdo, con sincera tristeza, la esperanza que tenían muchos en su declamado interés por el fortalecimiento institucional, en su independencia de criterio, en su amplitud de miras, en su vocación por la reinserción de Argentina en el mundo, …

Pues bien, defraudando al 43% que la votó, la Presidente ha permitido que su marido, don Néstor, la convirtiera en un pelele, en un muñeco de ventrílocuo (¿se acuerdan de Chasman y Chirolita?), en una persona ridícula hasta en sus menores gestos.

Pero, por sobre todas las cosas, puso su nombre y su firma en las demenciales políticas que el rey de Olivos ha impuesto a la economía argentina, infligiéndole daños que costará muchísimo tiempo revertir. Ha autorizado a su jefe y mentor a destruir a la Argentina real, condenando a gran parte de su población a la pobreza y a la indigencia.

Y, seguramente, continuará con la tentativa de imitar a su amigo Chávez en la transformación de nuestro país en una tiranía, sin prensa, sin oposición (ésta ayuda mucho) y hasta sin credos, con excepción del socialismo bolivariano.

En estos días, además, dos espléndidas e iluminadas senadoras nacionales han dado sendos magníficos espectáculos. Me refiero, concretamente, a la Senadora (FpV, La Rioja) Victoria Teresita Quintela y a la Senadora (Santa Fe Federal, Santa Fe) Roxana Latorre.

La primera de ellas, con la presentación de un proyecto de ley tendiente a “regular” desde el Estado, las locaciones urbanas destinadas a vivienda. Si no fuera trágico, dado que es probable que esa iniciativa prospere en este disparatado Congreso que hemos sabido conseguir, podría ser calificado, sin eufemismos, como una ridiculez sin nombre.

El proyecto propone establecer, para cada inmueble alquilado o a alquilar, un precio de referencia, distinto a su valor fiscal pero enormemente menor –dado el método para su cálculo- al que el mercado, en condiciones normales, le atribuiría. Luego, ese precio sería dividido por ciento cincuenta y el resultado de esa cuenta sería su precio locativo mensual. Además, propone llevar a cinco años el plazo mínimo de los arrendamientos urbanos y la opción, a favor del inquilino, de renovarlo sine die. Finalmente, sugiere que las viviendas vacías sean declaradas sujetas a expropiación.

Si este adefesio jurídico prosperara, obviamente se paralizaría la construcción en Argentina, ya que nadie más estaría dispuesto a invertir en estas condiciones y, con ello, se irían a la calle cientos de miles de obreros, perdiéndose otros tantos puestos de trabajo directos.

Porque, así como la construcción es, tal vez, la industria más multiplicadora de actividades –piénsese, solamente, en los proveedores de cerramientos, de griferías, de aberturas, de materiales de construcción, de caños, de calefones, de cocinas, de heladeras, de equipos de acondicionamiento de aire, de calderas, de bombas de agua, de ascensores, de pinturas-, cuando ésta se paraliza produce la inmediata detención de innumerables actividades conexas, haciendo que se pierdan otros tantos, o más, puestos de trabajo indirectos.

¿Se puede saber qué tiene en la cabeza esta señora? ¿Cuáles fueron sus méritos, más allá de su género, para ser electa Senadora?

La segunda mujer emblemática de estos días es, como dije, la Senadora Roxana Delatorre. Explicando, a posteriori, su firma en el dictamen de la mayoría oficialista en la Comisión de Asuntos Constitucionales, dijo que lo había hecho “en absoluta disidencia”, pese a que su rúbrica habilitó su tratamiento en el plenario. El resultado final se supo hace unos instantes, cuando el Senado votó favorablemente la prórroga de las facultades delegadas al Poder Ejecutivo y, con ellas, el derecho a fijar las retenciones agropecuarias.

Con ese proceder, esta Senadora traicionó a su Provincia de Santa Fe y, también, a toda la población de la misma, que depende, en enorme medida, del campo y de sus actividades relacionadas. Ya, cuando el daño está hecho y es irreversible, doña Roxana intenta salvar la ropa, pese a que ya está desnuda, con razonamientos infantiles y falaces.

Su conducta ha dado pasto a las fieras que denunciaron un pacto preelectoral de Reutemann con Kirchner, y también ha dado el derecho a sospechar a quienes auguramos la aparición de las Banelco oficialistas para compensar la derrota en las legislativas del 28 de junio.

¿Se puede saber qué tiene en la cabeza esta señora? ¿Cuáles fueron sus méritos, más allá de su género, para ser electa Senadora?

Siempre me opuse a la Ley del Cupo Femenino. Me pareció, desde su origen, discriminatoria en contra de la mujer. El tiempo, con enorme cantidad de “esposas de”, “de hermanas de” y “de hijas de” en el Congreso, y la falta de preparación de éstas para ejercer sus cargos, me han dado la razón.

Hoy, a pesar de los toques de humor con que comencé esta nota, estoy muy triste. Me apena, terriblemente, ver en qué país se ha convertido mi Argentina, este país que adoro y por el cual, desde las más modestas trincheras, he luchado toda mi vida.

Y todo eso me pasa porque me parece que, como sociedad, estamos condenados al fracaso. No sólo el Gobierno es horrorosamente tiránico y manipulador, sino que la oposición no existe: es un montón de personas, sin articulación de ningún tipo, movidas sólo por sus apetitos personales, sean éstos de dinero o de poder, y totalmente olvidadas del resto de los argentinos, que sufre diariamente la destrucción del futuro que esta pésima dirigencia genera día tras día.

Bs.As., 20 Ago 09


lunes, 17 de agosto de 2009

Abdicaciones (en el día de San Martín)

Abdicaciones (en el día de San Martín)


“… y he resuelto recordar a los militares (no me atrevo a decir guerreros) de esta nación crucificada en el caballete de una pizarra de Bolsa, que entre los afeminados ciudadanos de Itaca no se encontró uno capaz de manejar el arco legendario del guerrero ausente”¹
L.Lugones


Argentina tiene, en su pasado, una serie de abdicaciones de sus ciudadanos que han marcado su destino como país.

Creo no estar descubriendo la pólvora al decir, por ejemplo, que lo que sociológicamente se denomina ‘clase alta’ dejó de cumplir el rol de dirigente de la sociedad que su sino le adjudicaba, para elegir un papel que la separó de la evolución de la República.

Tampoco puede resultar un hallazgo decir prácticamente lo mismo de la ‘clase industrial’, pese a que, en este caso, la abdicación pudiera atribuirse a circunstancias ajenas a la voluntad de los protagonistas, en un país en el cual uno se entera por el diario si es rico o pobre, dado el intervencionismo estatal que siempre ha sido el modo de ser de nuestra economía.

En lo que a la política se refiere, también nuestra historia está llena de ejemplos de personas que, por una razón u otra, dejaron de cumplir el mandato recibido de sus conciudadanos.

Y en lo cotidiano, esto se multiplica al infinito en miles de situaciones en los cuales los individuos preferimos dejar en manos de otros el cuidado de nuestras vidas y haciendas, lo cual también constituye una abdicación.

Una nota de este tipo no permite que su autor se explaye, transformándola en un ensayo y, por ello, me limitaré a pintar mis asertos a grandes brochazos.

Los grandes terratenientes de principios del siglo pasado que, salvo contadas y honrosas excepciones, prefirieron colocar en otras latitudes las ganancias obtenidas en el país y dejar la administración de éste, en realidad su bien más preciado, son el primero de los ejemplos que se me ocurren.

Por su parte, los grandes industriales locales aportaron lo suyo a esta saga, al transferir sus fábricas y establecimientos a terceros, gran parte extranjeros. La historia de los frigoríficos nacionales o las empresas petroleras privadas de capital argentino transferidas, y la inversión del producto en el exterior son un importantísimo botón de muestra.

La política tiene gran cantidad de ejemplos de personas que, habiendo recibido en las urnas el voto de millones de nuestros compatriotas, los dejaron escapar de entre sus dedos, sin asumir el rol que esas voluntades les imponían.

La escasa participación política, sea en partidos o en asociaciones gremiales empresarias o sindicales, habla muy a las claras del tipo de sociedad que hemos construido con todos esos ‘renuncios’.

Finalmente, y volviendo al llano, merece un párrafo especial el tema de los consorcios en los edificios. Puede decirse que, psicológica y ancestralmente, nuestra casa es nuestra ‘cueva’, el lugar en el que estamos protegidos de los males del exterior y, por ello, el hogar es, con certeza, nuestro bien más preciado.

Sin embargo, la realidad cotidiana nos muestra que los propietarios esquivamos el bulto –una abdicación más- cuando se nos llama para ocuparnos del consorcio que integramos y, en general, nos limitamos a dejar su administración en manos de cualquiera, contra el cual reiteradamente protestamos.

De algún modo, Argentina puede ser descripta como un consorcio: tiene un territorio (el edificio), una población (sus habitantes) y una constitución (el reglamento de copropiedad) cuyos preceptos son desobedecidos permanentemente; pero, lo peor, es que le entregamos su administración (el poder ejecutivo) a cualquiera que se declare con voluntad de aliviarnos de esa tarea.

Hoy, Argentina asiste a una nueva abdicación, tal vez la más grave, dado el contexto geopolítico en el que América Latina se encuentra. Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Honduras, son meros hitos de la oleada de vientos populistas que están arrastrando al continente a una nueva era de oscurantismo y falta de libertades.

Esa abdicación es la de la oposición.

Ésta, que recibió el 28 de junio el mandato del 70% de la población para desempeñar el papel de limitante de la vocación tiránica de don Néstor y su mujer, ha abdicado de su rol.

El patético escenario del Congreso, poblado de individuos que, a cambio de prebendas personales o de solución dineraria para sus mini-problemas locales, nos muestra a las claras que esa cadena trágica de ‘renuncios’ tiene un eslabón más.

Lo Cámara de Diputados ha dado ya media sanción a la extensión de los poderes delegados, en un acto de franca traición a la Patria y a los ciudadanos que los elegimos. Los Senadores se aprestan a hacer lo mismo, motivados por las necesidades financieras de sus provincias, sin ver, con una miopía suicida, que estarán renovando las balas en la pistola que don Néstor ha usado, precisamente, para colocarlas en esa posición de mendicantes.

Y la oposición en medio de peleas infantiles, “… de asfixia moral, de lepra sorda, de cobardías y de sensualismos de camastros”[2]
, que dan cabal cuenta de la falta de voluntad de acceder al poder que debiera ser su motor pero que, enfrentada a un enemigo del canallesco porte de Kirchner, la vuelve absolutamente inerme e incapaz, como si sus integrantes fueran niños asustados, peleando por un chocolatín.

Perdón, pero hoy me resulta imposible terminar con mi habitual rasgo de optimismo. Enfrente, sólo veo un negro futuro.



Bs.As., 17 Ago 09





[1] “El Sable”, Leopoldo Lugones, diario ‘El Tiempo’, Buenos Aires, 4 Mar 1897, recogido en ‘Historia del Sable de San Martín’, Jorge María Ramallo, Ed. Theoria, Buenos Aires, 1963, pág. 115.
[2] L. Lugones, art. citado.

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miércoles, 12 de agosto de 2009

Contratos, demagogia y fantasías

Contratos, demagogia y fantasías

El señor Jorge Lanata acaba de terminar de decir, en su programa “Después de todo”, una de los mejores notas editoriales que he oído.

Lamentablemente, no podré aportar a sus dichos idea original alguna, pero pretendo, al menos, prestar mi blog para que queden grabadas.

La editorial en cuestión se refirió a la ruptura del contrato que vinculaba, hasta ayer, a la Asociación del Fútbol Argentino, la famosa AFA, a una empresa que televisaba, también hasta ayer, los partidos del deporte más popular de nuestro país.

Se trataba, como dijo Lanata, de un contrato viciado de enorme cantidad de irregularidades, zonas oscuras, áreas de corrupción, etc., todos aspectos naturalmente criticables y denostables.

Sin embargo, era un contrato privados, un acuerdo firmado entre dos personas de existencia jurídica, ajenas al Estado, en cualquiera de sus formas.

Bastó el deseo demagógico de un ex Presidente, el increíble don Néstor, para que ese contrato fuera roto. Eso sí, importó mucho para que eso sucediera que la mandataria de ese fulano, la ya indescriptible doña Cristina, estuviera dispuesta a empeñar seiscientos millones anuales de la ANSeS para resarcir a los clubs endeudados.

Realmente, en Argentina se ha perdido todo: han muerto el pudor, la vergüenza, la lógica, la democracia y, sobre todo, la seguridad jurídica.

Es cierto que, con estos sucesos, el público en general accederá gratis a los partidos de fútbol televisados, y también es cierto que –como supe hace unos días- hasta ahora los canales de televisión abierta debían conformarse con enfocar a las tribunas y a relatar lo que sucedía en las canchas.

Es cierto que todo eso era repudiable. En particular, en un país que, como no tiene demasiado pan, debe al menos acceder al circo.

Y, como dije, también era cierto que el contrato violado y rescindido creaba relaciones espúreas entre la AFA y la empresa privada dueña de los derechos de televisión.

Pero el daño que, en cuestión de imagen internacional, la rescisión unilateral del contrato por parte de la AFA y la participación del bandido de don Néstor en esa decisión, han producido hoy a la Argentina como país. Todos los diarios del mundo, un mundo en el cual el fútbol argentino tiene un lugar ganado, dan cuenta de lo sucedido, acentuando sus particularidades.

A pesar del daño causado a la ya deteriorada impresión que nuestro país causa en el planeta –sólo algunos países africanos y unos pocos asiáticos, éstos en guerra generan algo peor- es mucho más grave el agravio moral infligido a todos los habitantes de Argentina.

Hace unos días, escribí una nota referida a la barbaridad que significa que el Estado banque el déficit de Aerolíneas Argentinas, en nombre de un mal entendido nacionalismo y usando argumentos falaces como la necesidad de poseer una ‘línea de bandera’ o de dotar de ‘conectividad’ aérea a todo el territorio.

En la misma, expuse el disparate de gastar dinero público en esos menesteres, cuando más del 30% de la población es pobre o 1.600.000 chicos no tengan cobertura de salud de ningún tipo.

Hoy, en verdad, esa sensación de vergüenza, de irrealidad, es mayor. A partir de mañana, sólo por el deseo de un canalla dispuesto a cualquier cosa para ganarse el favor de unas masas que ha contribuído, muy eficazmente por cierto, a embrutecer, esos mismos pobres, esos mismos indigentes, esos mismos chicos, subsidiarán con sus impuestos cotidianos a los clubs de fútbol.

La referencia al circo romano, tan patéticamente fomentada por los emperadores de la decadencia, es demasiado obvia como para ofender la cultura del lector y, a pesar de ello, se impone.

Como en todas mis notas recientes, sigo preguntándome: ¿hasta cuándo seguiremos obligados a soportar a estos cafres? ¿Cuándo asumiremos nuestras obligaciones con los más excluídos? ¿Y cuándo lo haremos con nuestro futuro?

La oposición, como tal, sigue brillando por su ausencia. Y los camaleones legisladores, comprados por la Banelco oficial, continúan haciendo de las suyas.

Y las fantasías de Boudou de atraer inversiones, mucho más devaluadas después de conocerse la nueva falsificación de la inflación por el INdEC dada a conocer hoy mismo, seguirán siendo sólo eso: un montón de ilusiones, al mejor estilo de David Coperfield.

Bs.As., 12 Ago 09


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lunes, 10 de agosto de 2009

Aerolíneas, falacias y pobreza

Aerolíneas, falacias y pobreza

Puede que no resulte políticamente correcto decirlo en una ciudad donde uno de cada cuatro habitantes votó por Pino Solanas en las últimas elecciones o en un país que festejó con aplausos el default o la confiscación de los ahorros privados en las AFJP’s pero, aún así, hay que exponer a la luz de la realidad todas las falacias con las que se justificó la pseudo expropiación de Aerolíneas Argentinas.

Para obtener la aprobación legislativa del proyecto estatista del kirchnerismo, el inefable Jaimito se ocupó durante años, con la complicidad de gremios amigos, de impedir la operación de la empresa, generando huelgas permanentes y paros súbitos que dejaron en tierra a sus aviones y a su prestigio, golpeándola donde más duele a una compañía de aeronavegación: la confiabilidad en sus horarios.

Todos recordamos los aeropuertos nacionales, y aún algunos del exterior, con pasajeros justamente airados, tirados en el suelo, ante cancelaciones de servicios motivados por medidas de fuerza de pilotos y de aeronavegantes, cuando no del personal de tierra.

Súmese a eso el arbitrario congelamiento de las tarifas y la estampida en los precios de los combustibles y se obtendrá una ecuación que ninguna empresa del mundo hubiera resistido.

No viene aquí al caso discutir si la privatización de Aerolíneas en la época de Carlos Menem, que concluyó con la venta de la misma a Iberia, fue mejor o peor que la pretendida por Rodolfo Terragno –en ese caso, a Scandinavian- en la Presidencia de Raúl Alfonsín pues ahora lo hecho, hecho estaba.

Pero, en cambio, vale la pena detenerse a considerar algunas de las falacias que rodearon –y aún lo hacen- el proceso actual, por cierto tan viciado.

El primer falso argumento que utilizaron los legisladores oficialistas, recibido de buen grado por casi todos los opositores, consistió en insistir en la necesidad de contar con una ‘línea de bandera’, apelando con ello al falso nacionalismo de los progres y a la estupidez de los demás.

Que yo recuerde, Brasil no tiene ‘línea de bandera’, ya que dejó caer en quiebra a Varig y, luego, permitió que fuera adquirida por otras privadas; tampoco Uruguay, que privatizó a Pluna; o Chile, cuya excelente Lan es privada. Ni siquiera los Estados Unidos, México, Venezuela, Paraguay o Suiza cuentan con este aparentemente imprescindible elemento de la nacionalidad argentina y, sin embargo, siguen existiendo como países.

El segundo argumento, también caro a los patrióticos corazones de nuestros excelsos representantes, fue la necesidad de dotar al país de una “conectividad” de la cual, si Aerolíneas no era expropiada, carecería.

En este caso, el disparate llega al extremo, dado que una política amplia y permisiva de otorgamiento de licencias a compañías privadas para operar rutas aéreas, hubiera atendido la demanda, cuando ella realmente existiera. Hoy, empresas como Lan o Andes resultan más confiables y tienen más vuelos a destinos nacionales, y ese panorama seguramente mejoraría al otorgarse más permisos. Por lo demás, si no hubiera demanda en algún lugar, ¿qué necesidad de volar a él habría?

Además, Argentina ya contaba con una herramienta especialmente diseñada para alcanzar los lugares geográficos que carecieran de una genuina demanda pero que resultaran prioritarios para la integración territorial, como es LADE, las Líneas Aéreas del Estado, operada por hombres de la Fuerza Aérea Argentina. Y siempre podría exigirse, en la concesión de rutas aéreas a empresas privadas, la atención subsidiada de otros destinos.

Ahora debemos detenernos, una vez más, en la política kirchnerista de subsidiar a los sectores de mayores ingresos, en desmedro de los pobres e indigentes de nuestro país, fabricados por el propio Gobierno para tenerlos de “clientes”.

Esa política, que permitió, por ejemplo, que durante ¡ocho años! los más ricos recibieran gratuitamente el gas canalizado mientras que los habitantes del Conurbano debían comprar sus garrafas al precio de oro, se repite en el caso de Aerolíneas estatal.

Si no, ¿quiénes son los que vuelan? ¿Quiénes pueden pagar las tarifas aéreas que rigen para nuestros destinos internos? ¿Alguien puede sostener con sinceridad que los pobres viajan en avión?

Entonces, ¿de qué “conectividad” hablan? ¿Creen, seriamente, que el avión es un medio de transporte adecuado para permitir que la enorme mayoría de los habitantes del país se muevan por él?

Hoy nos desayunamos con la noticia, no negada por el Gobierno, de la pérdida mensual de Aerolíneas, en manos del Estado, durante el mes de julio, que llega a ¡trescientos millones de pesos!, la más alta de la historia de la compañía.

Nótese que, cuando la compañía pertenecía a Marsans (¿o todavía le pertenece?) el precio del petróleo llegó a los US$ 140 el barril, mientras que ahora está a la mitad.

Ahora, don Recalde, hijo de Héctor y empleado de Moyano, nos dice que racionalizará los gastos. ¡Qué tarde se acordó!

Esa pérdida, obviamente fruto de la ineficiencia, la corrupción pública y la mala gestión, clama al cielo, en un país que tiene el 35% o el 40% de su población bajo la línea de pobreza, y en el cual 1.600.000 chicos carecen de cobertura de salud.

¿Alguien puede imaginar qué haría Caritas, por ejemplo, con diez millones de pesos por día?

Por eso, argentinos, debemos empezar ya mismo a pensar el país en su conjunto, terminando con los argumentos ‘de madre’ que tanto nos gustan pero que no podemos pagar, al menos si queremos una sociedad más justa.


Bs.As., 10 Ago 09

jueves, 6 de agosto de 2009

Bienvenidos al paraíso de Goebbels

Bienvenidos al Paraíso de Goebbels

Mientras escribo estas líneas, don Néstor está terminando su primer discurso post 28-J.

Realmente, y pese a que deberíamos estar acostumbrados a ello, resulta sorprendente oírlo contar una historia tan irreal. Escucharlo decir que la pobreza sigue bajando, el país creciendo, el comercio exterior floreciente, las reservas siguen fuertes, los superávits gemelos gozan de buena salud, las elecciones las perdieron por un voto, su “modelo” es de amor y de reconciliación entre los argentinos y, sobre todo, la culpa es de los otros.

Se solidarizó son Su Santidad en los dichos de éste de hoy, cuando dijo que la pobreza en la Argentina era una calamidad que ofende a Dios, y se permitió, al comenzar, explicar que Monseñor Casaretto y la Iglesia tienen otras cifras de pobreza e indigencia, pero que ello no implica discutir por una cifra mayor o menor.

Felicitó a su mandada, doña Cristina, por haber impedido que el empleo cayera y que Argentina continuara creciendo.

Felicitó a los trabajadores de la UOM por haber alcanzado el acuerdo salarial, y a los integrantes del Consejo del Salario por un logro semejante.

Explicó que las provincias están encantadas con las circunstancias actuales ya que, en otros tiempos, se les exigía ajustar los gastos.

Reiteró que su “modelo” es de “acumulación con inclusión”, que éste continuaba su derrotero exitoso y volvió a pedir que los que más tienen repartan más.

Trajo a Canadá como ejemplo, hablando de su innovación y de su desarrollo, poniéndolo como espejo sobre el cual Argentina debía reflejarse.

Gracias a Dios, nos informó que asumirá su cargo de diputado con el cual ha sido honrado, y dijo que aprendería una nueva forma de trabajar por todos nosotros.

Lo curioso fue su auditorio. En la sala del Centro de la Cultura de Quilmas se apiñaban para aplaudirlo don Danielito, el Intendente local y varios de sus colegas, dirigentes gremiales y sociales. Y nadie se rió o lloró.

Kirchner vuelve a la lucha. Avisó que recorrería el país de punta a punta para explicar mejor –dijo que la derrota de junio se debió, solamente, ha no haber sabido hacerlo- su famoso “modelo”.

En resumen, pareció describir el paraíso, adjudicando a factores totalmente externos los pequeños problemas actuales.

¿Miente a sabiendas o es un loco maníaco?

¿De qué país habla? ¿Quién gobernó los últimos seis años la Argentina?

La oposición debe poner sus barbas en remojo, pues este verdadero salvaje volverá a hacer de las suyas si no lo metemos entre rejas antes del 10 de diciembre.

Por favor, señores, seriedad. ¡Terminen de una buena vez con sus peleas de chicos por posiciones y actitudes imbéciles!

¡No los votamos para eso!

Los votamos porque estamos hartos, desde todos los ángulos políticos, de la tiranía de esta yunta infame.

Entonces, ¡háganlo!

Bs.As., 6 Ago 09
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martes, 4 de agosto de 2009

Brasil, Chile, Uruguay … ¿Argentina no?

Brasil, Chile, Uruguay … ¿Argentina no?

La verdadera desesperación que me llevó, días pasados, a escribir la nota a la titulé “Abatir al Tirano”, se ha agravado en los últimos días a raíz de un viaje relámpago que realicé a Brasil y que, aún leyendo las noticias argentinas, me impuso un nuevo marco a partir de la visión del país desde afuera.

He visto que, en nuestro gran vecino, la crisis internacional no solamente aparece como superada, sino que –en la opinión unánime de los analistas extranjeros- ese país –junto con Rusia, India y China- será quien traccionará al globo entero hacia una nueva era de prosperidad.

Al ver que su Presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, con ya seis años en el poder, goza de una aprobación de 80% entre su pueblo y, sin embargo, rechazó de plano cualquier intento de modificar la Constitución para perpetuarse en el poder, me cuesta mirar a nuestro país sin sentir la más amarga tristeza.

Y la obvia comparación con quienes gobiernan hoy a la Argentina se profundiza cuando recuerdo que Lula, un ex-obrero metalúrgico, ha sido propuesto por el propio Barack Obama para presidir el Banco Mundial cuando deje su cargo actual.

En Brasil, la venta de automóviles ha recuperado la caída producida por la crisis, y hoy esa demanda supera la oferta nacional, obligándolo a importar. El nivel de reservas internacionales ha alcanzado la fabulosa suma de US$ 400.000 millones, y el real se ha valorizado tanto que el cambio se encuentra en R$ 1,85 por dólar, sin que sus industriales se desesperen por obtener protecciones especiales.

Lula, sin inútiles declamaciones, ha conseguido que 20 millones de personas, 10% de la población de Brasil -un país que aún tiene niveles de desigualdad importantísimos pero ya comparables a los nuestros-, salga de la pobreza y acceda al consumo, generando una gran demanda de bienes y multiplicando la creación de puestos de trabajo.

Lula, además, y en una marcadísima diferencia con los Kirchner, ha destinado al sector rural de su país una masa enorme de dinero (más de R$ 30.000 millones) con vistas a extender aún más las superficies sembradas y la cría de ganado.

Brasil, que hace poco más de 30 años carecía de reservas de gas y de petróleo, hoy se transformado en uno de los países del mundo con mayores perspectivas de crecimiento en el sector, y su sector de la pre-sal es el descubrimiento de yacimientos más importante del siglo. Por su parte, Petrobras, su estatal de petróleo, gas y energía, es una de las más importantes empresas del mundo en la especialidad, y la mayor en operaciones off-shore.

Con total seguridad jurídica y la certidumbre del respeto a los contratos, el país es primer destino de las inversiones extranjeras directas en América Latina, seguido por Chile y Colombia.

Un país que, cuando yo era chico, exportaba bienes de poca calidad, hoy se da el lujo de equipar a casi todas las empresas de navegación aérea, incluidas muchas norteamericanas, con sus aviones Embraer, y ha alcanzado un desarrollo propio de tecnología nuclear que impresiona al mundo entero.

Cuando volvemos a la Argentina, y recordamos a don Néstor gritando desde las tribunas que el caos se produciría si el oficialismo perdiera las elecciones legislativas de mitad de mandato, como efectivamente ocurrió, resulta imposible ignorar que Lula gobierna, desde el principio, con un Congreso en el cual no cuenta con mayoría propia –en verdad, ni siquiera con la primera minoría- en ninguna de las cámaras.

El sábado pasado, O Globo publicó una comparación entre las historias de Dilma Rousseff, actual Ministro Jefe de la Casa Civil –el equivalente a nuestra Jefatura de Gabinete- y candidata de Lula y del PT a la sucesión presidencial en las elecciones de 2010, y de Michelle Bachelet, Presidente de Chile, que no podrá presentarse como candidata, pese a la enorme popularidad de la que goza (76%), a las próximas elecciones.

Es curioso cuánto se parecen ambas vidas. La brasileña fue guerrillera en su país contra el gobierno militar, y la chilena es hija de un militar que defendió a Allende contra la revolución de Pinochet. Las dos fueron encarceladas y torturadas por los respectivos regímenes totalitarios. Ambas, también, se transformaron en genuinas luchadoras por los derechos humanos en sus respectivos países.

Ninguna ha pretendido revanchismo alguno ni ha mirado la historia reciente con la actitud sesgada que ha sido la costumbre de nuestros Néstor y Cristina que, además, se han inventado un inexistente pasado de militancia y persecución política.

Ambas, una como jefa de Estado y la otra secundando a Lula, han encabezado la profunda transformación política de sus países y hoy encarnan a los regímenes que más han hecho por el progreso de sus economías y la mejora social de sus pueblos. Baste recordar que Chile cuenta ya con un fondo anticrisis de US$ 30.000 millones y que es el segundo país receptor de inversiones extranjeras directas en nuestra zona.

Lo mismo puede decirse de Tabaré Vázquez quien, a la cabeza de una coalición integrada por toda la izquierda uruguaya, incluidos aquéllos que militaron en Tupamaros, permitió que su país continuara su camino ascendente y logró no solamente que nuestros hermanos orientales recibieran ingentes inversiones externas sino que su democracia da pruebas permanentes de madurez y civilismo.

En cambio, la ceguera, la locura, el suicido o la maldad han convertido a doña Cristina, mandada por don Néstor, en la destructora de Argentina, en la caníbal de su interior, en la insana comandante de nuestro propio Titanic en la mayor fabricante de pobres que recuerde nuestra historia, en la cabeza de una banda delictiva aún impune, …

La desesperación a la que me referí al principio de esta nota se vincula, en este momento, con el borneo de los vientos que soplan sobre nuestra economía, que los Kirchner nos impedirán aprovechar para sacar a nuestro país del pozo en el que nos han metido por obra y gracia de cualquiera de las razones mencionadas en el párrafo anterior.

Entonces, sin que de manera alguna esto pueda interpretarse como una invitación a la ruptura del orden constitucional, ¿hasta cuándo seguiremos tolerando los argentinos que esta pareja siga haciendo de las suyas a costa nuestra? ¿Hasta cuándo consentiremos que nuestros compatriotas vivan en la miseria, que nuestros niños mueran en la primera edad, que exista la desnutrición, que siga destruyéndose nuestra educación pública, que los funcionarios y sus cómplices privados nos sigan robando, que continúe el escarnio y la detracción de nuestros más altos valores, que se nos prive de futuro?

Sigo pensando en que la solución pasa por la renuncia o el juicio político a doña Cristina, su reemplazo por el Vicepresidente, y el envío a la cárcel de don Néstor y todos sus cómplices y sus testaferros.

Pero esa solución necesita, de parte de toda la oposición, ¡de toda, en serio!, una grandeza tal que permita que el Gobierno cuente con un completo respaldo para atravesar esta transición, sin chicanas, zancadillas o posiciones personales o electoralistas.

Argentina, y nuestros hijos y nietos, merecen que le pongamos el hombro, que la ayudemos en conjunto para salir del pantano lleno de arenas movedizas y de granadas a punto de estallar que este fatídico matrimonio habrá dejado a su posteridad. Pero sólo cuando hayan dejado el poder pues, si lo hiciéramos antes, Kirchner y su banda aprovecharían la bonanza para perpetuarse en él.