domingo, 29 de noviembre de 2009

Desierto a poblar

Desierto a poblar


“Jaén, levántate, brava,
“sobre tus piedras lunares
“no vayas a ser esclava
“con todos tus olivares”
Miguel Hernández



En estos días, cuando el 10 de diciembre se nos viene encima, tanto a nosotros cuanto a los Kirchner, es necesario detenernos a reflexionar un poco sobre el futuro.

Todos, incluidos los analistas de opinión de todos los signos, sabemos que, en la medida en que, desde estos niveles de desaprobación en que se encuentran don Néstor y doña Cristina resulta imposible regresar, ningún miembro de la pareja imperial podrá volver a ganar una elección presidencial.

Para evitar la pérdida de poder que, necesariamente, conllevará la cárcel o el exilio para los Kirchner, el tirano de Olivos está dispuesto –y lo demuestra diariamente- a llegar a cualquier extremo, se trate de amordazar a la prensa, estrangular a los diarios, comprar diputados y gobernadores, saquear a las provincias y a cuanta caja queda con vida, copar la calle y monopolizar los micrófonos, y cuanto pueda uno imaginar.

Siguiendo la máxima peronista que reza “el que avisa no es traidor”, don Néstor nos viene notificando, desde los días previos a la ya lejana derrota del 28 de junio, que dejará a la Argentina ante un dilema: “el caos o yo”. Sin embargo, para mantener férreamente las riendas en sus manos, hoy ha cambiado la fórmula, transformándola en “el caos y yo”.

Como venimos sosteniendo desde hace algunas semanas, Kirchner, viéndose perdido, lanzará un autogolpe, enmascarado bajo un caos social que agobia a la ciudadanía, para imponerse frente a un Congreso díscolo. Y si ello implicara la necesidad de disolverlo, lo hará sin hesitar.

He dicho, en notas pasadas, que lo único que nos salvaba de transformarnos en una república bolivariana eran las tres diferencias que separaban a nuestro pingüino del papagayo caribeño: la falta de apoyo popular (hoy Chávez lo está perdiendo); la falta de apoyo del Ejército y la falta de los petrodólares de PdVSA.

Al apoyo popular Kirchner lo está reemplazando por la ocupación de la calle por las hordas de D’Elía y Pérsico, que le son afines, y por la cooptación de las barras bravas de más de 50 equipos de fútbol, a las cuales se les ha prometido viajar -a costa del Estado, claro- al Mundial de Sudáfrica, a cambio del apoyo físico a las intenciones del tirano. En algunos círculos, cunden versiones que dicen de la captación de cuadros subalternos del Ejército y de la Policía, mediante el otorgamiento de prebendas dinerarias secretas.

A la falta de explícito respaldo castrense, don Néstor lo está reemplazando con lo que mejor maneja: la caja. Así, los sueldos de los militares en actividad ahora más que triplican a lo que ganan sus colegas retirados, asegurándose con ello una disciplina que, en el caso de los comandantes de las fuerzas, raya en el servilismo y la obsecuencia. Además, y a fuerza de mantener bajos los salarios durante los primeros años del kirchnerato y de asfixiar los presupuestos de las Fuerzas Armadas, ha conseguido que ingresen a éstas aquellos que sólo buscan un empleo rentado, por necesidad, y no quienes tienen vocación por la defensa militar.

Y, como dije más arriba, a la falta de petrodólares y de crédito internacional, las está supliendo con el rascado final a los fondos de todas las latas disponibles, sean éstas de los jubilados, de los bancos, de las provincias o de los ahorristas privados.

Frente a este desolador panorama que plantea el kirchnerismo a la sociedad, los opositores parecen haber dejado de lado sus diferencias, al menos por ahora, para constituir una oposición vertebrada para impedir que el Congreso continúe siendo el reino del revés que ha sido desde 2003.

Esa posición podría llevar a que, a partir del 10 de diciembre –por un garrafal error del propio Gobierno en el decreto que prolongó las sesiones ordinarias hasta ese día, inclusive- el Parlamento pueda comenzar a trabajar sobre las leyes más conflictivas que don Néstor obtuvo y que constituyen la base de su maquinaria de poder: las del Consejo de la Magistratura, la de coparticipación de impuestos, la Ley de Medios y la Ley de Reforma Política que, casi con seguridad, será sancionada esta semana.

El jefe de la bancada del Frente para la ¿Victoria? en Diputados, Agustín “Cara-de-Piedra” Rossi, ha anunciado ya que el Ejecutivo vetará todas y cada una de las leyes que el Congreso sancione sin el aval oficialista, invocando la justificación de la remanida gobernabilidad. Y ha dicho, sin que se le moviera un solo músculo, que el Gobierno nunca había impuesto sus decisiones, sino que había obtenido consensos.

Con esas expresiones, el santafecino no ha hecho más que ratificar la teoría del autogolpe pues ¿qué mejor traducción tiene esa palabra sino la que implica el desconocimiento de las facultades de los otros poderes del Estado?

Por eso es imprescindible que nos reunamos todos en la Plaza del Congreso el 10 de diciembre, a las 19:00 horas, después de acompañar al campo en su propio acto en el Rosedal, para lanzar un S.O.S. ciudadano a los legisladores, reclamando Seguridad, Orden y Solidaridad, sin banderías de ningún tipo, en nombre de la República y de la libertad, para festejar el triunfo del 28 de junio y respaldar a nuestros representantes, y para gritar un gigantesco ¡basta! a las políticas que el kirchnerismo pretende seguir imponiendo pese a la derrota.

Pero, volviendo al título de esta nota, empecemos a pensar que hay después de Kirchner, después de la tierra arrasada en que convertirá a la Argentina, después de la consolidación de un poder económico inédito, después del aislamiento y el descrédito internacionales, después de la destrucción metódica de todas las instituciones y de los organismos de control.

En la Roma republicana existía una institución, la Dictadura, que implicaba la designación, por el voto ciudadano, de un funcionario al que se otorgaba la suma del poder público en épocas de crisis gravísimas, pero por un período determinado. Eso hoy, gracias a Dios, resulta imposible de replicar en la Argentina contemporánea.

Baste para justificar ese agradecimiento una frase que escuché hace muy poco: “¡Qué buenos gobernantes serían los Kirchner si fueran buenas personas!” . Porque, ¿quién podría garantizarnos, con las experiencias de todo tipo que hemos tenido, que un dictador lo fuera?

Entonces, para que Argentina pueda volver al camino del desarrollo y de su reinserción global, resulta imprescindible que los opositores al modelo K actúen de modo que sus conductas trasciendan el mero acuerdo para quitarle los resortes de poder al tirano de pacotilla que hoy gobierna desde la quinta de Olivos.

Los diferentes partidos políticos deben comenzar a trabajar en los puntos de coincidencia que cada uno de ellos tiene con las demás fuerzas, para ponerse de acuerdo en qué hay que hacer para sacarnos de este pantano en el que todos –todos- nos hemos metido.

Para que esta realidad que hoy tanto nos aflige existiera, todos los ciudadanos hemos trabajado, muy eficientemente por cierto:
los empresarios, con su silencio cómplice y cobarde, retribuido con prebendas de todo tipo o bajo la -¿terrible o ridícula?- amenaza de recibir la visita de la AFIP;
los políticos, con sus sucesivos cambios de opinión y camiseta, comprados por la billetera kirchnerista o bajo la amenaza de exponer sus flaquezas pasadas;
los gobernadores, que han preferido sacrificar el futuro federal del país a cambio de la tranquilidad presente que brinda la caja unitaria;
los jueces, que han permitido el avance del Ejecutivo sobre los demás poderes y que han permitido la impunidad de la corrupción oficial, a cambio de ascensos y buenos sueldos o bajo la amenaza de despidos y de carpetazos; y
hasta los ciudadanos de a pie, que todos los días hacemos caso omiso de cuanta ley nos hemos dado para permitir la convivencia en sociedad, por comodidad y egoísmo individualista o porque la corrupción no tiene castigo ni reproche, y porque no reaccionamos frente a los permanentes abusos y excesos del poder ni ante el deterioro de nuestras libertades y nuestras costumbres.

No creo en la frase de Duhalde, quien dijo que ”la Argentina es un país condenado al éxito”, pero sí lo hago en la capacidad de nuestra sociedad de reconducir su destino.

Si consiguiéramos dar al mundo la certeza de que la seguridad jurídica impera en nuestra tierra, que se respetan las libertades individuales, que se cuenta con instituciones fuertes y sanas, que se castiga eficientemente la corrupción, que nuestros contratos son respetados, que nuestras estadísticas son creíbles, que nuestras políticas públicas están dirigidas a terminar con la pobreza y la marginalidad, a incentivar la educación, a proteger las inversiones y a fomentar las exportaciones, tendríamos que empezar a fabricar defensas ante la invasión de capitales externos, de propios y extraños, que el país recibiría.

Si, en cambio, no logramos nada de eso, Argentina continuará desaparecida de todos los mapas mundiales, se agravará el desprestigio y el ridículo internacional en el que hemos caído, y llegaremos al final de una historia que hubiera debido tener mejor destino.

Los argentinos debemos elegir, aquí y ahora, si queremos ser libres o si seguiremos siendo esclavos de nuestros mezquinos intereses personales, y estamos dispuestos a ceder nuestra libertad para protegerlos.

Enfrente, tenemos el desierto que dejará Kirchner. ¡Salgamos a poblarlo de República y de libertad!.

Bs.As., 29 Nov 09

lunes, 23 de noviembre de 2009

Corrupción, como genocidio

Corrupción, como genocidio

“Padre –me dice Hailu-, es el principio de
“vuestro fin. No podemos seguir viviendo más
“tiempo de este modo. Estamos cubiertos de
“ignominia. Las muertes en el norte y las
“mentiras de la corte han hecho que vivamos
“en la infamia. El país se hunde en la
“corrupción, sus gentes mueren de hambre, a
“cada paso no hay más que ignorancia y
“barbarie. Estamos avergonzados de lo que
“aquí ocurre, nos da vergüenza este país. Y
“como no tenemos otro, padre, tenemos que
“sacarlo del fango nosotros solos”
Ryszard Kapuściński, “El Emperador”


Los diarios y los noticieros de TV, literalmente, chorrean corrupción, en niveles nunca vistos en la historia argentina, a punto tal que han hecho que nuestro país descendiera siete posiciones en el ranking mundial, para equipararse a los países más atrasados y feudales del África negra.

Todos los días nos enteramos de nuevos hechos, que demuestran la total desvergüenza del modo de ejercer el poder de la pareja imperial y sus cómplices.

Más allá de los rumores, nunca comprobados, de la compra de estancias y tierras en el sur por parte de ministros y sindicalistas ligados, por turbios negocios, al tirano de Olivos, realmente asombra la pasividad social frente a hechos tan graves como la falsificación de medicamentos, por ejemplo.

Resulta un tópico común decir que la sociedad argentina sólo reacciona frente a las arbitrariedades cuando le tocan su órgano más sensible –el bolsillo- pero hasta eso ha dejado de ser cierto en nuestro país. La confiscación de los ahorros privados, depositados por sus titulares voluntariamente en las AFJP’s, no motivó protesta alguna entre los afectados.

Tampoco se ve un incremento en la combatividad de los jubilados, pese a que la permanente recurrencia del Poder Ejecutivo a las arcas de la ANSES para financiar cuanto proyecto estrafalario se le ocurre, transmite la certeza de la futura nueva crisis del sistema provisional.

Es cierto que todos esos proyectos, sin excepción clientelistas y corruptos, son vendidos diariamente por el Gobierno como signos de su sensibilidad social, y que ello evita que se alcen fuertes voces en su contra.

Resulta muy difícil, por ejemplo, oponerse a la incorporación al sistema jubilatorio de un millón y medio de personas que, por no haber realizado aporte alguno, carecían del beneficio, pero alguien debería explicarle a la población que, con la ampliación de la expectativa de vida y la baja tasa de natalidad de Argentina, cada vez hay menos activos para sustentar, con sus contribuciones, a los pasivos. Ello llevará, inexorablemente, a la quiebra de la ecuación del sistema, como ha ocurrido en casi todos los países europeos.

Lo mismo ocurre con la asignación pseudo universal por hijo, que el Gobierno dispuso por decreto, para evitar la verdadera que proponían todos los proyectos en tratamiento en el Legislativo. Sería bueno que se explicitara que el sistema, tal como ha sido puesto en marcha, sólo favorecerá el clientelismo favorable al futuro candidato oficial, don Néstor.

Pero lo sustantivo de esta nota, y de allí su título, es la lisa y llana corrupción, frente a la cual el “robo para la corona”, atribuido en su época a Manzano, aparece como la conducta de un ladrón de gallinas.

Más allá de que los casos concretos, por viejos, resultan casi excluidos del conciente colectivo -como los fondos de Santa Cruz, las facturas de Skanka, la valija de Antonini Wilson, la desaparición de US$ 90 millones del fideicomiso venezolano, la compra de tierras en Calafate, el crecimiento geométrico del juego y de la droga, la misma falsificación de los medicamentos, la adulteración de los datos del INDEC, el inexplicable crecimiento del patrimonio “blanco” de los Kirchner y otros funcionarios públicos, el apoderamiento de empresas para “argentinizarlas” en manos de amigos, la bochornosa adjudicación de sobrevaluadas obras públicas a esos mismos amigos, la impúdica utilización de bienes públicos para beneficios privados, la compra de aviones y yatchs por parte de los ladrones encaramados al poder, etc., etc., etc.-, no podemos olvidar, ni por un momento, cómo repercute el costo de esa corrupción en nuestro entramado social.

¿Cómo no nos detenemos a pensar qué podría hacer el Estado, honradamente administrado, con el dinero que hoy paga el “fútbol gratis” y la liberación de los “goles secuestrados”? ¿Cuántos alimentos o medicamentos se podrían comprar con lo que la pareja gasta en aviones para llevar, exclusivamente, los diarios del día hasta Calafate? ¿Cuántos hospitales y escuelas podrían hacerse con los inflados costos de las obras públicas, especialmente en Santa Cruz? ¿Cuántos remedios se podrían comprar con los aportes del Estado a Aerolíneas Argentinas, para que ésta sea usada como taxi por sus directores? ¿Cómo justificar el recrudecimiento del dengue por falta de un presupuesto adecuado, cuando se dilapida el dinero en proyectos faraónicos que nunca se concretan, salvo en el costo de los honorarios de las consultoras amigas? ¿Cuántos más helicópteros, armas y chalecos, autos y motos se podrían comprar para mejorar la seguridad cotidiana que, todos los días, se lleva la vida de los ciudadanos?

Lo que está ocurriendo en nuestro país que, no olvidemos, puede producir alimentos para 400 millones de personas, es un verdadero genocidio. Y, sin embargo, no hay una reacción colectiva frente a ello, que imponga al poder la adopción de políticas públicas destinadas a paliar los flagelos que azotan a nuestra sociedad.

Hay verdadero hambre en el Chaco, en Formosa, en Jujuy, en Salta y, también, en el Conurbano bonaerense. Millones de nuestros compatriotas carecen de la alimentación necesaria para el desarrollo del cerebro, y la estamos condenando a la ignorancia y a la falta de desarrollo. Miles, por otra parte, se ven afectados por enfermedades endémicas que requieren de una fuerte inversión para ser erradicadas, tales como el dengue y el mal de Chagas. La educación pública, que fue uno de los orgullos de nuestro país, prácticamente ha desaparecido, por la falta de planes inclusivos, por la transformación de los maestros en “trabajadores de la educación”, por la falta de inversión, por la pobreza de la población pero, sobre todo, por la manipulación política del tema, para usarlo como ariete contra los gobiernos provinciales díscolos y, también, para mantener a la población sujeta a la voluntad del poder.

Según las definiciones internacionales en boga, genocidio es un ataque que se consuma contra un sector determinado de la población, buscando su exterminio.

¿Qué está haciendo este gobierno con nuestros hermanos más pobres? Las armas que usa –el hambre, la enfermedad y la ignorancia-, ¿son menos letales que los fusiles y las bombas? Creo que no; muy por el contrario, tienen efectos que durarán generaciones enteras. Sin embargo, nadie reacciona.

También es cierto que tampoco reacciona la sociedad cuando de defender la República se trata. Pero, a veces, resultan temas tan sofisticados que resultan de imposible comprensión por parte de la gran masa de la población.

Para alguien que debe salir todos los días a juntar cartones, que debe hacer colas interminables en los dispensarios de salud y en los hospitales públicos, que debe pernoctar en la calle para obtener una vacante en una escuela pública, que diariamente percibe que la inflación le recorta su magro ingreso, y que vive con miedo en la calle y en su casa, ¿puede resultarle trascendente el cambio en la composición del Consejo de la Magistratura?

¿Cuántos de nuestros compatriotas accedían a las cifras del INDEC? ¿Cuántos leen los diarios y revistas de opinión? ¿Cuál es rating de los programas políticos en televisión? Si los propios dirigentes fueron incapaces de reaccionar cuando se sancionó, tramposamente, la Ley de Medios, ¿cómo pedirle al ciudadano de a pie una actitud distinta?

Si los legisladores y líderes políticos y sindicales guardan silencio cuando se cercena la libertad de prensa, ¿con qué cara puede exigírsele a la población que asuma la defensa de algo tan elemental?

Si los empresarios, tan fervientemente aplaudidores durante la gestión de los Kirchner, tienen verdadero pavor del Gobierno, no porque los pueda matar sino porque el disenso es premiado con visitas de la AFIP, ¿qué se le puede decir a los demás que, aún desde una pobreza abyecta, son obligados a sustentar los subsidios por la vía del IVA que pagan sobre los alimentos de primera necesidad.

¿Cómo explicar a los habitantes del Conurbano que yo pago sólo $ 8 por bimestre de gas, mientras ellos deben pagar hasta $ 140 por igual período?

¿Cómo justificar que, con los impuestos, esos mismos habitantes paguen la universidad de los privilegiados, cuando saben que nunca podrán mandar sus hijos a ella? ¿Qué quiere decir, en ese caso, “igualdad de oportunidades” si, cuando el hijo de un obrero llega a la facultad, debe competir con otros que ni trabajan ni deben gastar dos horas diarias para viajar?

Es por todo eso que estamos convocando al acto del 10 de diciembre, a las 19:30, en la Plaza de los Dos Congresos, para pedir por la República, con seguridad, con orden y con solidaridad.

Tenemos que decir ¡basta!,
¡basta de corrupción!,
¡basta de pisotear las instituciones de la República!,
¡basta de controlar a la Justicia!
¡basta de pobreza y miseria!
¡basta de hambre!,
¡basta de inseguridad!,
¡basta de enfermedades curables!
¡basta de remedios truchos!
¡basta de extorsionar a gobernadores y legisladores!
¡basta de robar la plata de escuelas y hospitales!,
¡basta de avanzar sobre nuestras libertades!,
¡basta de manipular los índices y las estadísticas!
¡basta de prepotencia!,
¡basta de confrontación!,
¡basta de atacar a las fuerzas armadas!
¡basta de clientelismo!
¡basta de piquetes!
¡basta de listas-sábana!
¡basta de candidaturas “testimoniales”!
¡basta de nepotismo!
¡basta de despilfarro!

De nosotros mismos depende todo eso. Debemos asumir el compromiso ciudadano de participar, de dejar de entregar la administración del país a los que sólo pretenden lucrar con ella, aún a costa del hambre y de la pobreza. Debemos recordar que estos K no salieron de un repollo; salieron de nosotros, de esta sociedad enferma de individualismo y de apatía, de “no te metas”.

Tenemos una oportunidad el 10 de diciembre. Por Dios, ¡no la desaprovechemos esta vez!

Bs.As., 23 Nov 09

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Las leyes y la realidad

Las leyes y la realidad


“Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”
Mahatma Ghandi



En estos momentos, y por impulso del oficialismo, se está tratando en el Congreso la Ley de los Partidos Políticos, que hoy mismo fue aprobada en comisión por la Cámara de Diputados.

A riesgo de resultar reiterativo, vuelvo a leer –y admirarme- la fantástica comparación que José Enrique Miguens realizó entre la actual situación por la que atraviesa la política en la Argentina y lo que sucedió en la República de Weimar cuando llegó Hitler al poder.

El artículo en cuestión –“Darse cuenta”, que vuelvo a poner a disposición de quien lo solicite- incluye un párrafo que, por lo breve, me permito transcribir textualmente. Dice Miguens: “Sin tener nunca mayoría “parlamentaria ni la mayoría del electorado, Hitler fue acumulando poder “ley por ley consiguiendo apoyos de unos o de otros, cada uno por razones “diversas, sin que se dieran cuenta de que estaban empollando entre todos “el huevo de la serpiente”.

Eso es, precisamente, lo que ha ocurrido en nuestro país. Así pasaron, frente a las narices de una oposición dividida y mezquina leyes como la que reformó el Consejo de la Magistratura, la que –año a año- delegó facultades legislativas al Poder Ejecutivo y destruyó todo vestigio de federalismo fiscal, la que permitió a los corruptos blanquear sus fondos mal habidos y detener los procesos penales por evasión, la que autorizó el saqueo de los fondos privados de las AFJP’s, la que ahora permite terminar con la libertad de prensa y concentra el poder de comunicación en manos de Kirchner, y tantas otras.

Ayer se produjeron dos hechos que, por lo repetidos, no debieran llamarnos la atención y, sin embargo, siguen haciéndolo. El primero fue el discurso que doña Cristina pronunció ante un Simón Pérez a quien la edad le impidió gesticular para expresar su asombro; en esa alocución, además de sostener disimuladamente la “relación carnal” que hoy nos vincula a Chávez (por favor, no pregunten cuál es el rol de nuestro país en esa extraña pareja que don Néstor formó con el bolivariano don Huguito), la Excma. señora Presidente habló del cinismo que conlleva falsear la verdad. Oírla, por televisión, decir eso fue uno de los peores cachetazos que he recibido.

El segundo, obviamente, fue la reunión que su Chasman particular mantuvo en Olivos con el Gobernador electo de Corrientes quien, antes de asumir su mandato, ya ha traicionado a todos sus votantes, a su partido político y al país todo.

Volvamos, entonces, al título de esta nota. Las leyes que Kirchner ha obtenido y las que pretende hacer votar por este Congreso pueden ser buenas o malas en abstracto, y por ello merecerían ser discutidas hasta el cansancio, para llegar a un verdadero consenso republicano.

Pero de lo que ya no puede caber ninguna duda es que se han transformado –y las que vengan lo seguirán haciendo- en instrumentos nefastos en las manos de don Néstor, en los picos y los martillos con los cuales terminará de destruir lo poco que los seis últimos años han dejado en pie en el país.

Quien dude de esta característica del tirano de Olivos limítese a hacer una lista. Cayeron, bajo su picota, el campo, la industria del interior, la Justicia, las Fuerzas Armadas y de Seguridad, la educación, la salud pública; ha agravado la corrupción a niveles nunca vistos, ha destruido y robado empresas enteras, ha destruido los partidos políticos, ha acabado con el federalismo, nos ha privado de libertad, está destruyendo a la prensa libre, ha invadido nuestra intimidad, ha vilipendiado la honra de innumerables ciudadanos, ha calumniado, ha difamado, ha saqueado las arcas públicas, provinciales y nacionales, ha machacado la hombría de los industriales y de los gobernadores, ha terminado con la seguridad jurídica, y ha destruido el futuro de, al menos, una generación de argentinos y de todos los jubilados.

Hoy, después de seis años de haber llegado don Néstor al poder, período en el cual el país se benefició de condiciones internacionales nunca vistas en un siglo, Argentina está inerme e indefensa, el dengue y el mal de Chagas reinan en el NOA y en el NEA, los pobres que habían conseguido emerger han vuelto a caer, millones de argentinos padecen hambre, la droga hace estragos entre nuestros niños y jóvenes, la inseguridad se ha hecho dueña de nuestras vidas y haciendas, y el miedo, como un siniestro pájaro, planea sobre la política y sobre los ciudadanos.

Los fieles lenguaraces del Gobierno, tales como don Aníbal, don Randazzo, don Depetri, don Moyano, don D’Elía, don Pérsico, don Scioli, don Capitanich, don Uribarri, y tontos otros, comparecen diariamente ante las cámaras de televisión y los micrófonos de radio a negar, más o menos elegantemente, la realidad, como lo hace la propia doña Cristina cada vez que encuentra un atril; pero debieran recordar a Perón cuando dijo: “La “única verdad es la realidad” y ésta es, exactamente, la que he descripto en los párrafos anteriores.

Es por ello que, cada día más, resulta imprescindible que, el próximo 10 de diciembre, a las 18:00 horas, todos los argentinos de bien nos reunamos en la Plaza de los Dos Congresos bajo un lema único: festejar el triunfo del 28 de junio, por la República, con Solidaridad, con Orden y con Seguridad. Y esa multitud debiera replicarse en las plazas frente a las legislaturas provinciales y a los consejos municipales.

Que nuestra masiva presencia impida que los legisladores y los propios gobernadores traicionen, en el futuro, el mandato que recibieron en las urnas.
El campo está organizando, para el mismo día pero en el Rosedal de Palermo, un acto para festejar la asunción de los diputados que tienen extracción rural. Si ese evento pudiera realizarse a las 15:00, todos podríamos acompañarlo en sus justos reclamos, y todos podríamos marchar juntos, al terminar, al Congreso.
Por una vez, aunque sea, los argentinos buenos, como diría Ghandi, debemos dejar de lado nuestros problemas personales, nuestros miedos, nuestra comodidad, para ofrecer unas horas y algunos esfuerzos por el futuro de nuestra Patria, de nuestros hijos y de nuestros nietos.
De otra manera, el 11 será tarde, y Kirchner dará su autogolpe para perpetuarse –él, su mujer y hasta su hijo, seguramente- en el poder, rodeado de sus riquezas mal habidas y de sus 40 ladrones.
¡Dios, Señor de la Historia, apiádate de nuestro país!
Bs.As., 18 Nov 09

sábado, 14 de noviembre de 2009

¿Box o lucha libre?

¿Box o Lucha Libre?

“¡A la calle! que ya es hora
“de pasearnos a cuerpo
“y mostrar que, pues vivimos,
“anunciamos algo nuevo”
Gabriel Celaya


Con total prescindencia de mi visión acerca del autogolpe que se aproxima, que fue motivo de mi nota anterior –opinión que, aún deseando equivocarme, sostengo y con la cual concuerda hoy el excelente James Neilson en su editorial de la revista Noticias-, quiero llamar la atención respecto a dos hechos, ambos producidos por actitudes de la señora Carrió y su partido.

El primero es la oposición de los diputados del ARI, encabezados por el lúcido Adrián Pérez, a la postura del radicalismo, puesta en palabras por el ponderado Oscar Aguad, que pretende impedir que el kirchnerismo continúe en la Presidencia de la Cámara, en nombre de una costumbre: se da ese cargo a la primera minoría.

Así llegamos a la razón del título que he elegido para esta nota.

Lilita y sus acólitos me recuerdan a los viejísimos films en los cuales el protagonista, envuelto en una pelea callejera, recurría a las caballerescas reglas del box que sancionó el Marqués de Queensberry, mientras que su oponente apelaba a todos los trucos y artimañas, a los golpes arteros, a las patadas y, cuando era el caso, hasta a las armas para vencer.

Don Néstor no es un caballero, ni su sucesora una dama. Ninguno de ellos está dispuesto a someter su accionar cotidiano a norma o regla alguna, así como tampoco lo está de mantener algún tipo de coherencia, sea ésta ideológica, política o verbal.

Los Kirchner continúan ocupando el centro del ring, exclusivamente, por el desprecio que sienten por la verdad, por la República, por las instituciones y por la democracia. Y porque todos sus contendientes resultan expulsados de ese centro, tanto por sus propias incapacidades para arribar a consensos cuanto por las limitaciones que les imponen sus creencias y las normas de conducta de cualquier persona de bien.

La situación actual se asemeja a una mesa de poker en la cual el dueño de casa, cuando va perdiendo, se lleva el pozo diciendo que se está jugando a la canasta o al truco, o al otro que cambia la música de la fiesta, que fue realizada para bailar hiphop, porque quiere un tango, lo mismo da.

No pretendo que nadie combata al caníbal comiéndoselo, pero sí que todos, especialmente los legisladores electos, utilicen el poder que les han concedido las urnas para limitar, en la medida de lo posible, la capacidad de daño que este tipo, un verdadero energúmeno criminal, está dispuesto a infligir a la sociedad argentina, ya sumamente golpeada.

Entonces, caballeros, reaccionen, y recuerden que, enfrente, tienen a un tahúr y un truhán. A alguien capaz de cualquier cosa con tal de conservar el poder, porque sabe que perderlo implicará para él, para su mandada, para sus testaferros y cómplices, la cárcel, el exilio o algo peor.

Piensen solamente que todos los analistas políticos, locales y extranjeros, coinciden en que, desde los niveles de impopularidad que gozan ambos miembros de la parejita imperial, no se regresa y, por ello, los Kirchner tienen la certeza de que, nunca más, podrán volver a ganar una elección en Argentina. Y comiencen a imaginar, si pueden, qué no estará dispuesto a hacer para conservar la impunidad.

Deben combatirlo en todos los terrenos en lo encuentren, cada vez que salga de su madriguera de Olivos. Y la Presidencia de la Cámara de Diputados es sólo la primera de las batallas que, sin duda, planteará don Néstor. Si no fuera trágico, resultaría risible que, invocando solamente una costumbre –él, que ha demostrado desconocer todas cuando lo ha necesitado- se conceda ese resorte tan importante del poder republicano a un kirchnerista.

El segundo de los hechos que pretendo exponer ante la luz pública, muy vinculado al anterior, fue el reiterado paseo de la líder del partido por diferentes programas periodísticos, pidiendo la desmovilización de la sociedad, invocando los riesgos personales que deberán afrontar quienes se atrevan a ocupar, en nombre de principios republicanos y de la seguridad ciudadana, el espacio público. Es más, su prédica –estoy seguro- tuvo mucho que ver con la cancelación del “tractorazo” que el campo tenía previsto realizar el 6 de noviembre, confluyendo, desde distintos puntos de concentración, en la ciudad de Buenos Aires.

Cuando, hace unos días, escribí la nota sobre el autogolpe que preveo, dije que éste sólo podría tener éxito porque, en la otra vereda de don Néstor y doña Cristina, hay una sociedad apática, anómica, deprimida y angustiada. Con esa afirmación, obviamente, no descubrí la pólvora, porque es algo que cada uno de nosotros palpa diariamente en la calle.

Considero que la postura pacifista de la bienintencionada señora Carrió dejará a la ciudadanía –y a sus representantes- más inermes aún frente a la horda kirchnerista. Les regalará el uso, y el abuso, del espacio público, un ámbito del cual don Néstor sabe adueñarse, aunque sea a palos o trompadas.

Creo que todos tenemos la obligación –además, obviamente, del derecho- a manifestarnos, a juntarnos para expresar nuestros anhelos, y sostengo que nadie debe impedirnos hacerlo, aún cuando se produzcan intimidaciones o “patoteadas” de los inadaptados oficialistas. Si al mismo Ghandi no lo asustaron las actitudes británicas, que llegaron a ametrallar multitudes, ¿por qué deberíamos tener miedo nosotros? ¿Somos tan corderos que vamos a permitir que nos roben el país y el futuro?

Es por eso, repito, que un grupo de personas, todas ellas muchísimo más importantes que quien esto escribe, se encuentra avocado a organizar un gran acto, apartidario, el día 10 de diciembre, a las 18:00 horas, en la Plaza de los Dos Congresos.

El objetivo del acto será festejar juntos, sin distinciones de ningún tipo, esa celebración de la democracia que fue el 28 de junio y respaldar a los nuevos legisladores para que asuman y ejerzan, con lealtad y patriotismo, el mandato que han recibido en las urnas, sabiendo que, a partir de ahora, la ciudadanía estará mirándolos fijamente.

Estamos convocando a los sindicatos, a las organizaciones sociales, al campo, a las universidades, a los partidos políticos, a todos los credos, a la prensa, a los colegios profesionales, a todas las formas de expresión ciudadana, porque será un acto por la República, por el orden, por la seguridad y por la solidaridad.

Pretendemos una multitudinaria expresión del deseo de la comunidad entera de vivir en paz (pero no la de los sepulcros), con instituciones firmes, con respeto a la Constitución, con seguridad cotidiana, sin exclusión, con verdadera Justicia, con educación y con salud, sin que ello implique manifestarnos contra nadie, excepto contra aquellos que no acepten estas reglas básicas de la convivencia social.

En nombre de esos objetivos, pido a todos y a cada uno de los lectores de esta nota que la difundan por todos los medios posibles (Internet, Facebook, MySpace, Sónico, etc.), incluyendo a todos los órganos de prensa del país, porque resultaría absolutamente ideal que ese acto se replicara frente a las legislaturas de cada una de las provincias, frente a los consejos de cada uno de los municipios.

Desde ya, anticipadas gracias a todos.
Bs.As., 14 Oct 09

lunes, 9 de noviembre de 2009

Autogolpe, ¿delirio o realidad?

Autogolpe, ¿delirio o realidad?

El hoy desaparecido don Néstor está dando, diariamente (¡pensar en Clarín, La Nación y Perfil!) lecciones de maquiavelismo político y de capacidad de daño.

Desde estas notas, y desde 2006 –en pleno ¡pum, para arriba! de su gestión primigenia- he sostenido que a estos canallas no podremos sacarlos del poder con cacerolazos, golpes de carritos de supermercado y, ni siquiera, con votos.

Ahora esto ya resulta, casi, un lugar común entre los analistas, que hablan de “tierra arrasada”, “campo minado”, etc., para describir el panorama que tendrá delante quien jure el 10 de diciembre de 2011.

Al nuevo Presidente le tocará combatir contra una inflación altísima; contra un entrevero de “organizaciones sociales” desmadradas; contra una CGT moyanista, a la que costará mucho hacerle entender que no puede administrar, sin control, los dineros públicos; contra la necesidad de contar con unas Fuerzas Armadas, hoy inexistentes o inermes; contra un nulo nivel de reservas de gas y petróleo; contra una marcada capacidad de generación eléctrica para acompañar el crecimiento; contra un INDEC incapaz de brindarle los verdaderos datos, imprescindibles en la toma de decisiones; contra un posicionamiento internacional que bordea el ridículo y la autoexclusión; contra un poder económico altamente concentrado en manos de los testaferros y cómplices de los K; contra un nivel de corrupción pública y privada como Argentina nunca ha visto; contra un 40% de pobres e indigentes; contra el interior paralizado por la furia destructiva del Gobierno y por la sequía; contra la inseguridad creciente que, día a día, va tomando el control de las calles y de las vidas; contra el narcotráfico instalado definitivamente; contra la falta de salud pública; contra la absoluta desaparición de la inversión, nacional y extranjera; contra un sistema educativo destruido, con maestros que han dejado de serlo para convertirse en “trabajadores de la educación”; contra un gasto público ineficiente e imparable; contra jubilados que, con todo el derecho del mundo, reclamarán pagos que la esquilmada ANSES no podrá afrontar; y con todos los males que, pese que nuestros mecanismos de autodefensa nos hacen olvidar, siguen existiendo en nuestra realidad cotidiana.

Y deberá encarar esas batallas sin dinero, porque Kirchner dejará todas las cajas posibles exangües, pese a que la presión tributaria hoy es record en Argentina.

Sin embargo, como me dijo el otro día un amigo, tan mala no debe ser la herencia, cuando tantos quieren presentarse al sucesorio.

Pero, ¿habrá sucesión?

Los hechos de las últimas semanas, y los que se anuncian para la que empieza, me dejan la fuerte impresión de que no, que el muerto aún no está frío y que, muy por el contrario, demostrará que sigue vivo y con mayor decisión dañina.

Ayer mismo difundí una excelente nota –“Darse Cuenta”- de José Enrique Miguens, ese sabio pensador y sociólogo que, a pesar de su edad, no baja los brazos y sigue analizando, con una lucidez envidiable, nuestra realidad y forzándonos a verla. Pongo ese artículo a disposición de quien lo requiera.

Describe, con claridad quirúrgica, el fin de la República de Weimar y la llegada de Hitler al poder, con casi un 70% de oposición. Ésta, desunida, prestaba su alternativa contribución en el Reichstag a las leyes que, una a una, tenían como objetivo consolidar ese criminal disparate en el cual se convirtió el III Reich.

Unas veces, eran los comunistas quienes apoyaban una iniciativa, porque coincidía con alguno de sus postulados; otras, les tocaba el turno a los socialistas, que veían en un determinado proyecto de ley un avance, y así sucesivamente. Cuando se dieron cuenta, Hitler ya tenía consolidado su esquema completo y, usando las formas democráticas, había destruido la democracia. El resto, está en la Historia.

En nuestro país, quienes dan su acuerdo a cada proyecto del Ejecutivo un día son los socialistas de Binner; otro, los de Pino Solanas; otro, los propios radicales; a veces, hasta el peronismo disidente. Con esos votos, don Néstor ha conseguido mayorías significativamente mayores a las que disponía antes del 28 de junio. Cualquiera de los diputados de la oposición podrá decir, como ha sucedido, que apoyó un proyecto porque su partido lo tenía en su plataforma, y que se opuso a otros cuando eso no sucedía.

Al decir de Miguens, se trata de la forma “infantil” de ver la política, es decir, pieza por pieza y ley por ley, y no la forma adulta, que requiere una visión de conjunto. Precisamente, ese modo de actuar fue el que permitió al nazismo quedarse con todo, como hace don Néstor hoy en Argentina.

Reflexionando sobre eso, y sobre la certeza que, si hubiera una transición democrática, don Néstor, doña Cristina y sus 40 ladrones terminarían enjuiciados y encarcelados, llegué a una conclusión distinta: el próximo paso de los K será el autogolpe.

El tirano de Olivos está creando, todos los días, las condiciones para poder desatarlo. Está instalando, minuto a minuto, todos los elementos de la conmoción social y, como sabe que formamos una sociedad totalmente desunida, desanimada, anómica y apática, está convencido que no habrá reacción ciudadana alguna.

A diferencia de mis colegas “opinadores”, que creen ver pánico en la Rosada ante el manifiesto control de la calle -por piqueteros no adictos al régimen-, de los servicios públicos -por sindicalistas que no responden a las conducciones de los mismos- y de nuestras vidas –por delincuentes que actúan cada vez con más saña-, creo que nuestro Chasman local es quien los fogonea.

Sabe que tendrá un destino distinto por completo al resto de nuestros ex presidentes que, aún juzgados penalmente, nunca la pasaron demasiado mal, básicamente por obra y gracia de sus sucesores y de sus ex aliados. Don Néstor es conciente del odio que despierta, inclusive entre sus propios ministros y demás genuflexos que lo rodean. Es decir, que con ellos no habrá falsa piedad y que, si entregaran el poder terminarían, más temprano que tarde, exiliados o presos.

Entonces, con su mejor estilo, va por todo. Y todo tiene para él, como Jano, dos caras.

Por un lado, incendia el país y el futuro, para crear el caos que le permita hacerse su auto-revolución y, por el otro, deja el camino minado para quien lo suceda, para desalentar cualquier salida democrática anticipada. ¿O no se discute en la calle, todos los días, entre quienes pretenden que el Congreso los eche con un juicio político y los que prefieren que cumplan su mandato y paguen la cuenta de esta “fiesta”?

En las próximas semanas veremos cómo se acentúan los conflictos callejeros, cómo se complica la vida de los ciudadanos, cómo crece la violencia; sin embargo, salvo el acto que estamos convocando para el 10 de diciembre, no veremos masivas manifestaciones de repudio a lo que está sucediendo. Es decir, nuestras procesiones individuales seguirán yendo por dentro.

Eso preparará el ánimo –o, más bien, el desánimo- social para el autogolpe que Kirchner ha decidido dar.

En nombre del caos cotidiano, y en ausencia de un Congreso que no será convocado a extraordinarias, impondrá el estado de sitio y la suspensión de las garantías constitucionales.

De la calle, en el esquema de don Néstor, se ocuparán los piqueteros de todo pelaje, y las Fuerzas de Seguridad –algunos de cuyos miembros ya han sido cooptados por sus cabecillas- serán superadas en cantidad de efectivos, en armamento y, sobre todo, en inducida decisión por esas “milicias populares” que ha creado al mejor estilo chavista.

¿O es que resulta posible encontrar alguna diferencia entre los ataques de los partidarios del papagayo caribeño a GloboVisión, en Caracas, y los que produjeron los camioneros de don Hugo a la distribución de diarios y revistas críticos en Buenos Aires?

Usando ese caos y el estado de sitio, disolverá al Parlamento y comenzará a gobernar, ya desembozadamente desde el sillón de Rivadavia, con la suma del poder público, al mejor estilo hitleriano que recuerda José Enrique Miguens.

Pero, simplemente, imaginemos qué quedará de Argentina si aquí don Néstor consigue, con su autogolpe, instaurar una “democracia bolivariana”, porque nuestro pingüino carece hasta de los petrodólares que Chávez dilapidó durante años, mientras hoy impone a los venezolanos una economía de guerra, con baños de tres minutos y linterna para la noche.

Estoy abierto –es más, lo ruego- a discutir este enunciado con todo aquél que esté en desacuerdo con él, porque me gustaría estar equivocado y que todo cuanto digo en esta nota no sea más que el delirio de un hombre de 63 años, culpable de todo lo que ha hecho mi generación con la Argentina, mi país.

Aún estamos a tiempo de darnos cuenta, de reaccionar, de recuperar la República, pero me temo que nos queda muy poco tiempo. Todos, sin excepción alguna, estamos obligados a hacer algo, a no limitarnos a ver todo nuestro compromiso ciudadano como la emisión de un voto cada dos años, porque, en breve, ni siquiera podremos ejercer ese derecho.

Bs.As., 9 Nov 09

jueves, 5 de noviembre de 2009

Salvaje división

Salvaje División

“Porque vivimos a golpes,
“porque apenas si nos dejan
“decir que somos quien somos,
“nuestros cantares no pueden
“ser, sin pecado, un adorno.
“Estamos tocando el fondo.
“Estamos tocando el fondo”
Gabriel Celaya


Una vez más, Kirchner lo hizo. Hace algunos días dije, en otra de mis notas, que lo que nos salvaba de ser Venezuela eran tres factores: la escasa popularidad de don Néstor y su vocera, mientras que el papagayo caribeño disponía de un cómodo cincuenta por ciento; la delgadez de la caja oficial, incomparable a los petrodólares del norte; y la falta de apoyo del Ejército a la gestión de la pareja imperial.

Pues bien, desde entonces, la situación se ha transformado drásticamente. En reemplazo de las Fuerzas Armadas, los Kirchner han comenzado a dotar de medios de combate a distintas agrupaciones políticas, todas ellas inspiradas en el maoísmo y en el trostskysmo, que están sí dispuestas a defender este “modelo”.

En lo que a los dinerillos se refiere, está visto que don Néstor ha acumulado un poder gigantesco en la Argentina, no solamente mediante el saqueo liso y llano de los caudales públicos, sino a través de una importantísima concentración de resortes económicos en sus manos, protegido por testaferros y cómplices de toda laya, que todos los días generan “caja” para los bolsillos que esperan en Olivos.

Y tercero, y esto es lo más grave porque anuncia la inminencia de la violencia en las calles –y es lo que da título a esta nota-, ha conseguido que se enfrenten los ciudadanos en todas las áreas de actuación; piqueteros contra piqueteros, sindicalistas contra sindicalistas, empresarios contra empresarios, clases medias contra clases bajas, etc., permeando a la sociedad con un clima de pavor que crece día a día.

Don Néstor sabe que no tiene futuro electoral y, por eso, es conciente que sólo puede encontrar el exilio o la cárcel cuando el mandato de doña Cristina expire.

Por eso, y como repito en cada nota, no solamente dejará tierra arrasada y todas las minas posibles para que exploten bajo las suelas de los zapatos de su sucesor, sino que está dispuesto a incendiar el país, para ocultarse detrás del humo.

Por supuesto, para sus malévolos designios ha aprovechado, y muy bien por cierto, de la inacción social, de la falta de reacción de la gente, en general, frente a sus avances sobre la República y la democracia.

Cometió, en sus orígenes presidenciales, un solo error, al designar una Corte que, al menos aparentemente, no está dispuesta a someterse a los dictados del tirano. Pero, constitucionalmente, cuesta mucho que lleguen a esa instancia los problemas más graves que hoy afligen a la sociedad en su conjunto.

Ésta, presumo que por desconocimiento, observó impávida como Kirchner corregía ese error, mediante el cambio de composición –y, consecuentemente, de poder de decisión- del Consejo de la Magistratura, esa policía política con que el régimen hoy sojuzga y amedrenta a los jueces que no han aceptado las dádivas oficiales (que hay muchos).

Tampoco reaccionó frente a la impudicia con que se manejó el tema de los dineros de Santa Cruz, al costo criminalmente incrementado de las obras públicas, al grano de corrupción que estalló con Skanka, a la disparatada política internacional que nos ha llevado a aliarnos con lo peor del mundo, al desmadre de los negociados con Venezuela, a la impúdica demostración de riquezas del matrimonio gobernante, al vertiginoso crecimiento patrimonial de empresarios adictos y de funcionarios cercanos al poder, al asesino tráfico de medicamentos “truchos” que vincula al oficialismo y los sindicatos, a los cargamentos de cocaína transportados por una línea aérea oficial, a las patoteadas de Moreno, a la violación del INdEC, a la permanente estafa a los jubilados, a la confiscación de los ahorros privados en las AFJP’s para servirse de los fondos.

Con Chirolita en la falda del Chasman patagónico, tampoco reaccionó cuando don Néstor decidió destruir al campo, cuando día a día destruye a las Fuerzas Armadas, cuando desconoce el crecimiento geométrico de la pobreza y la indigencia, cuando insulta a la inteligencia colectiva desde el atril, cuando “privatiza” Aerolíneas Argentinas y le destina fondos imprescindibles para alimentar a los más excluidos, cuando atenta contra nuestras más elementales libertades declarando la guerra a los medios críticos, cuando llegaron las valijas de Antonini y se dijeron toda sarta de mentiras relacionadas con ellas desde las madrigueras del kirchnerismo, cuando se comprobó la usurpación de título por la Presidente, cuando viaja muy oronda por el mundo e ignora que en la prensa internacional sólo se habla de la corrupción de su gobierno, cuando se violan contratos privados para que haya fútbol “gratis” que cuesta cifras siderales por año, cuando se falsea un requerimiento unánime de subsidio universal a la niñez para montar un mayor aparato clientelístico.

Realmente, enfrentar la lista de los desmanes y tropelías cometidas por esta parejita representa un esfuerzo enorme de memoria. Son tantos y tan variados que se necesitarían horas en las hemerotecas para poder enumerarlas todas. Pero la sociedad no reacciona.

Tampoco lo hace frente a la desatada violencia de los piquetes de toda índole y color que, en un ejercicio preparatorio de guerra subversiva, se dan el lujo de cortar, a la vez, todos los accesos a la Capital e impedir toda circulación por ésta.

Ni cuando el nuevo Presidente de Aerolíneas convierte a un avión de la empresa en un remise para asistir a un partido de fútbol en Montevideo y, cuando se lo cuestiona públicamente miente con su mejor cara. Ni cuando hace descender a cinco pasajeros de Jujuy, que venían a Buenos Aires, para cargar a cinco políticos oficialistas en Córdoba, una escala inventada.

Ni cuando, después de perder las elecciones del 28 de junio, doña Cristina logra que los superpoderes le sean extendidos hasta el final de su mandato, dejándole las manos libres a don Néstor para poder apretar a los gobernadores y a los senadores con su discrecionalidad en el manejo de los dineros públicos.

Ni cuando compra o extorsiona a legisladores para que modifiquen sus votos en las leyes más lesivas para la democracia.

Y, ni siquiera, cuando el delito impide a muchos habitantes del Conurbano hasta salir de sus casas, pues el riesgo de morir asesinados, aún después de entregar todo a los ladrones, es muy alto.

Confieso que, como uno de los convocantes a los actos por las víctimas del terrorismo (5 de octubre, en Plaza San Martín) y contra la Ley de Medios (6 de octubre, en Plaza de los dos Congresos), fracasé miserablemente.

Pero sigo creyendo que sólo el pueblo puede rescatar a la República y, por eso, con una gran cantidad de argentinos, muchísimo más importantes que yo, nos hemos puesto una meta de corto plazo.

Se trata simplemente de reunirnos, frente al Palacio Legislativo, el 10 de diciembre, que coincide con el Día Universal de los Derechos Humanos, para pedir por la Paz y por la República.

Trataremos que nos acompañen todos los credos religiosos, todas las ONG’s ciudadanas, todas las organizaciones del campo. Traeremos, en procesión, la imagen de la Virgen desde Luján, y los tractores y cosechadoras esperamos que estarán formadas, al lado de la ruta.

Como no se tratará de un acto opositor, sino republicano y cívico, pediremos a todo el mundo que se abstenga de usar carteles o símbolos partidarios. No permitiremos que se expresen agravios, porque estaremos a favor de la Paz y del futuro, y terminaremos el acto con un gran abrazo al Congreso.

Pero, a partir de ese momento, también les diremos a los legisladores electos que los estaremos mirando fijamente –respirándoles en la nuca, como se dice en la calle- para impedirles vender su voto o, más llanamente, “borocotizarse” para el resto del mandato. Para que modifiquen todas las leyes que el kircherismo habrá hecho votar, impune e impúdicamente, hasta entonces. Para que, como nuestros mandatarios, se pongan al hombro la cruz de devolvernos a nosotros, sus mandantes, la República y la democracia.

Si ese día faltamos a la cita, que es una cita con el futuro, la pérdida de éste y la inviabilidad de la Argentina como país se deberá a nuestra inacción y a nuestra abulia. Y cuando la Historia se escriba –como alguna vez lo hizo Tato Bores disfrazado de arqueólogo alemán- las futuras generaciones nos señalarán como responsables del desastre final.

Los argentinos hemos hecho mucho para destruir a nuestro país, pero aún estamos a tiempo para enmendar nuestros errores.

Un muy viejo chiste dice que, cuando Dios creó al mundo, repartió los bienes entre los territorios, y a éste lo dotó de enormes ventajas; cuando alguien le reclamó por ello, Dios compensó las desigualdades mandando a los argentinos a vivir aquí.

Espero, sinceramente, que eso siga siendo sólo un chiste. Que podamos ponernos de acuerdo para empezar de nuevo, casi desde cero, que es donde estamos, para construir una verdadera Nación, es decir, un pueblo, en un territorio, con una Constitución, y todos tirando del carro para el mismo lado.

Bs.As., 5 Nov 09