miércoles, 29 de septiembre de 2010

Pobres de nosotros

Pobres de nosotros

“¿Dónde estarán?, pregunta la elegía,

como si hubiera un tiempo

en que el ayer pudiera

ser el hoy, el aún, el todavía”

Jorge Luis Borges

Cuando un candidato –per se o por interpósita persona- opta por agredir y desconcertar, diariamente, a la porción de electores que necesitaría para llegar al anhelado 40% que haría innecesario un ballotage, resulta obvio que lo hace porque ha decidido pelear en otro campo y con otras reglas.

Nadie necesitado de un crédito comienza por agraviar y descalificar al banquero de cuya confianza precisa para obtenerlo; si lo hace, no está en su sano juicio o, por el contrario, piensa asaltar al banco para hacerse de los fondos.

Don Néstor y doña Cristina, cual modernos émulos de Bonny and Clyde, son los nuevos ladrones; no sólo de bancos –el Central o el Nación, amén de la Anses- sino del país entero.

La real derrota (por más que los resultados traducidos a sillas curules no lo confirmen) sufrida por el papagayo caribeño el último domingo, ha motivado en Kirchner sólo un comentario: un llamado a la reflexión a Chávez sobre el mensaje de las urnas. Pero no debe entenderse que el tirano de Olivos ha intentado transmitir a Caracas un consejo apaciguador de espíritus y modos; muy por el contrario, lo que quiso decir es que no se debe permitir que las urnas o las instituciones desbaraten “modelos” o “socialismos siglo XXI”.

Kirchner ya está lanzado, al galope, al campo que ha elegido para librar su guerra. Su objetivo único, creciente, se vincula a la conservación del poder omnímodo que le ha permitido saquear el país y enriquecerse más allá de cualquier sueño.

En pos de ese objetivo estratégico, debe librar batallas como las que ha encarado contra la prensa libre y contra la Justicia, los dos pilares que permiten la existencia de la República.

No ha dudado, en su plan de destrucción del periodismo independiente en adoptar medidas que le enajenan, aún más, la opinión de las clases medias, las mismas que llevaron al triunfo a doña Cristina en 2007. El campo, Fibertel, Papel Prensa, etc., no son más que las batallas de esa guerra total que don Néstor está librando para eternizarse en el poder.

Más aún, recurre a verdaderas cortinas de humo para distraer la atención ciudadana –el matrimonio homosexual o el aborto- que, además de no figurar en ninguna agenda de los argentinos, salvo en el de escasas minorías, aleja todavía más de simpatizantes a la clase media, sobre todo a la del interior del país.

La creación del grupo de empresarios “amigos” –idénticos a los que conforman la “boliburguesía” venezolana- que adquieren las estratégicas empresas y bancos “argentinizados” o lucran sin límites con concesiones de juego u obra pública, amén de sobrefacturar éstas, le han permitido a la parejita imperial contar con un ejército importante para esa guerra, que aún se libra de modo casi civilizado.

Cuando llegue la hora de la infantería y del combate cuerpo a cuerpo, allí estarán los nuevos “jóvenes idealistas” que, a semejanza de los milicias populares socialistas creadas por don Hugo en su país tropical, defenderán el “modelo” en las calles argentinas, con esta lógica maniquea y binaria de los años 70’s. A ello incitó la “madre de todos”, como la calificó hace tiempo don Néstor, cuando avisó que, de no obtener una resolución favorable, “el pueblo tomará el Palacio”, como si de La Bastilla se tratara.

Resulta curioso ver y escuchar a periodistas y analistas de opinión cuando tratan de encontrarle una explicación a las disparatadas –en términos electorales- medidas de los Kirchner. Así, se oyen argumentos vinculados a la irracionalidad producto de un accidente cerebro-vascular inconfesado, especulaciones relacionadas a la locura que anidaría en el cerebro de don Néstor, o a la mera torpeza, increíble en una persona que ha construido, en poquísimo tiempo, una estructura de poder históricamente incomparable.

Si hubo muchos presidentes argentinos acusados de corrupción, siempre fue ésta vinculada al robo de dinero, nunca con empresas y, menos, en áreas estratégicas. Y es ese mismo poder, tan concentrado y gigantesco, el que ha puesto, y pondrá, la guerra de y contra Kirchner en términos de todo-o-nada. Don Néstor no está dispuesto a ceder cuotas de ese poder –su propia naturaleza, como la del escorpión, se lo prohibe- y quien finalmente lo suceda deberá aniquilarlo para ejercer con libertad el cargo porque, ¿cómo podría negociar Goliat con David?

Es desde esa perpectiva que deben mirarse las recientes batallas contra la prensa libre y contra la Justicia, porque ambos estamentos son los verdaderos controles y las garantías de las instituciones de la República.

Porque los Kirchner están percibiendo cercano el desenlace. Los jueces, a sabiendas que en noviembre dejarán de tener la espada de Damocles del Consejo de la Magistratura sobre sus cabezas, están poniendo límites concretos en el orden de batalla del Gobierno y desempolvando causas; otros, sin esperanzas por sus turbios pasados, están pensando en la jubilación.

Concretamente, los magistrados no han permitido coronar con éxito ninguna maniobra fundamental de los Kirchner: el ADN de los jóvenes Noble-Herrera, la licencia de Fibertel o el artículo del plazo de desinversión de la Ley de Medios han sido verdaderos hitos para la supervivencia de la democracia. Tampoco han dejado de poner límites, aunque tardíos, a su vocación tiránica, y los casos del Procurador Sosa, del asesino Apablasa o el reajuste de las jubilaciones lo confirman.

Pero don Néstor irá por más y, para no aumentar su historial de traidor, lo avisa. Ese es, precisamente, el sentido del fenomenal recorte presupuestario al Poder Judicial y la pública denigración de los jueces de todo nivel; que todo eso vaya en desmedro de la ciudadanía, que verá hacerse más lenta aún a la administración de justicia, a Kirchner le importa un bledo, inclusive si descubre que los afectados se convertirán en votos irrecuperables.

Más temprano que tarde comenzaremos a ver a los guardianes del “modelo” en la calle. Allí estarán, tratando de reeditar un pasado que ya han reinventado en la historia oficial quienes no se dan cuenta, o no quieren hacerlo, que el socialismo y el comunismo ya forman parte de ese irrecuperable pasado, que Cuba ha fracasado y ha dejado de exportar su revolución, y que los regímenes totalitarios –como el venezolano- condenan a sus conciudadanos a la pobreza, a la frustración y al atraso. Y quien quiera dudarlo, deberá recordar que los “idealistos e idealistas” que incendiaron el país a partir de 1970 nunca superaron los 10.000 hombres sobre las armas.

Un párrafo aparte merece el tema de la clara rebeldía del Gobernador Peralta a las resoluciones de dos de los tres poderes del Estado. Resulta útil descubrir que el Parlamento y los Tribunales carecen de fuerzas federales capaces de imponer la obediencia debida, aún contra los deseos de Olivos o la Rosada.

Si no se dispone de ellas, ¿con qué contaremos ahora para hacer frente a estos falsarios, si es que éstos deciden desconocer, también, el mandato de las urnas? Porque, razonemos, si hemos visto que la paliza recibida en las elecciones legislativas de junio de 2009, fue interpretada por el tirano de Olivos como un mandato para “profundizar el modelo”, como dijo, ¿qué lo llevaría a aceptar otra ahora, que tiene tanto para perder?

¿No lo vemos hoy, acaso, avanzar sobre la libertad de prensa, intentando poner en vigencia la nefanda Ley de Medios, pese a que la Justicia ha suspendido sus efectos? ¿No vemos hoy, también, a don Néstor y a Cristina despotricar desde todos los atriles contra los jueces que sólo pretenden hacer respetar la Constitución y los derechos adquiridos? ¿No vemos hoy cómo avanzan sobre todas las cajas posibles? ¿No vemos hoy cómo discuten alrededor de un fallo de la Corte que ordenó deportar a un terrorista asesino? ¿No vimos el lunes a doña Cristina felicitar por su inexistente triunfo a Chávez?

Por lo demás, la agresividad de la que hacen gala las espadas kirchneristas y hasta sus propios mariscales también les sirve como elementos de polarización y de confrontación. Esa misma confrontación que buscó doña Cristina al separar, discursivamente, a los sectores medios de los “morochos”, anunciando una trasnochada lucha de clases en la que no duda de incluir a su gobierno.

Las nubes necesarias para una tormenta perfecta ya están en el horizonte; comenzará en el exacto momento en que los Kirchner se convenzan de la imposibilidad de su permanencia por la voluntad de las urnas.

Entonces, ¡pobres de nosotros, los argentinos!

Bs.As., 30 Sep 10

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