jueves, 24 de noviembre de 2011

Para sacarse el sombrero

Para sacarse el sombrero






“No confíes en tus sentimientos porque, sean


cuales sean ahora, muy pronto habrán cambiado”.
Thomas A. Kempis







Una vez más, el Gobierno ha dado esta semana una verdadera lección acerca de cómo debe conducirse la comunicación social para vender eficazmente el “relato”, es decir, aquello que pretende transformar en realidad y, a la vez, ocultando a ésta con su juego malabar.

El fantástico método consiste en desplegar cortinas de tul de colores en los más diversos ámbitos, reescribiendo la historia argentina de los últimos doscientos años para servir a sus intereses pero, sobre todo, actuando para evitar que se perciban como tales los verdaderos y graves problemas de la sociedad argentina.

Que el General Julio Argentino Roca, uno de los hombres que más hizo por la integridad territorial del país –como lo había sido el Brigadier Juan Manuel de Rosas sesenta años antes- se haya transformado en un mero matador de indios; que tribus provenientes de países limítrofes se hayan travestido de “pueblos originarios”; que Domingo Faustino Sarmiento sea un personaje olvidado en la educación argentina para permitir que los maestros sean identificados como “trabajadores de la educación”, no son más que hitos de ese “relato” fundacional.

El Gobierno hace flamear las cortinas de tul y, ocultando el formidable ajuste -¡qué palabra tan escondida!- que se obligado a realizar por obra y gracia del formidable despilfarro de los recursos generados por el país durante el período de mayor bonanza externa de los últimos ochenta años, convierte el vicio en virtud.

La lista de quienes han renunciado ya voluntariamente a los ridículos subsidios al consumo de electricidad, de agua y de gas es encabezada, graciosamente, por doña Cristina y sus ministros, y la pseudo progresía que la rodea, pagada toda ella con dineros públicos de distintas cajas políticas, aplaude a rabiar. La ciudadanía entera, que debiera indignarse contra los que, pudiendo pagar los verdaderos precios, se beneficiaron con esos descuentos durante diez años, no reacciona porque está mirando otro canal, que le ofrece “Fútbol para Todos” o Tinelli y sus porquerías.

Con el tema de los subsidios, donde parece haber focalizado el Gobierno su ajuste tan negado y tan temido, los argentinos nos hemos enterado –fueron aplicados con total falta de transparencia e información en todo el período- que esa enorme cantidad de pobres y miserables, que dedican la totalidad de su ingreso familiar a la compra de alimentos, ha financiado con sus impuestos los subsidios otorgados, graciosamente, a doña Cristina, a sus ministros, a los sectores más pudientes de la sociedad, a los bancos, a los bingos y casinos, y miles de etcéteras.

Detrás de esas cortinas, entonces, quedan ocultos el fabuloso e injustificable enriquecimiento “blanco” de los Kirchner y sus funcionarios, los negociados y las coimas, las valijas voladoras de dinero y de drogas y, sobre todo, la inexplicable arbitrariedad con que se manejan todos los temas económicos en la Argentina.

El caso de Aerolíneas Argentinas, otro inmenso escándalo nacional, que debiera repercutir con saña y con bronca en las casas más humildes de la Argentina, fue tal vez el más paradigmático. La ciudadanía, en general, culpa de todos los males de la empresa a los gremios aeronáuticos –y tiene razón al hacerlo- olvidando cuánta responsabilidad cabe a ambos Kirchner, don Néstor (q.e.p.d.) y doña Cristina, en el carísimo desaguisado.

El falso “progresismo” argentino, el mismo que sigue justificando el literal robo que el Gobierno ejecutara sobre los ahorros privados en las AFJP’s, continúa clamando acerca de la necesidad de contar con una línea aérea “de bandera” para que actúe como “embajadora” nacional en los cielos del mundo, y festejando una expropiación que no fue tal. Que países tales como Estados Unidos, Brasil, Chile, muchos europeos, etc., carezcan de tan esencial elemento para ser soberanos no parece ser una razón suficiente para obligarlo, al menos, a pensar.

Las acciones de la empresa continúan en manos de capitales españoles, que también cargan con culpas propias, a los cuales el kirchnerismo echó del país a fuerza de aprietes de todo tipo, tarifarios y gremiales.

Para lograrlo, don De Vido se sirvió de don Subsidio Jaime y de los inefables don Cirielli y don Pérez Tamayo, dirigentes de algunos de los muchos sindicatos que pululan en la empresa. Al primero lo nombró Subsecretario de Transporte Aéreo, y el segundo se transformó en el chofer de los aviones presidenciales. A ambos gremios, imprescindibles para obligar a los españoles a hincar el hocico, los llenó de privilegios inauditos y, con ello, sus dirigentes obtuvieron un poder fantástico.

Pero el oficialismo, que descubrió la posibilidad de contar con un nuevo “coima-ducto” a través de la empresa, puso a conducirlo a un grupete de chicos, carentes de toda experiencia –pese a sus títulos universitarios- en materia de administración de una empresa aérea, para poder pagarles sueldos disparatados que retribuyeran su ciega militancia política.

Incluyendo el previsto aporte a realizar por el Tesoro durante el 2012, al concluir ese año Aerolíneas Argentinas, “su compañía”, se habrá tragado la bonita suma de dos mil ochocientos millones de dólares. Harto se ha comparado ese importe con el precio de toda la empresa Gol Linhas Aéreas, por ejemplo, que hoy puede comprarse por un mil ochocientos millones.

Pero hoy mismo, en una carta a La Nación, Fernando Giménez Zapiola puso aún más el dedo en la llaga al comparar la cantidad que Aerolíneas perderá este año –ochocientos millones de dólares- con el costo de levantar y equipar uno de los sanatorios mejores de la ciudad de Buenos Aires, demostrando que, con ese déficit, se hubieran podido hacer nada menos que ¡cuarenta! establecimientos de salud similares.

Si a esos guarismos se agrega que, como es natural, sólo viaja en la compañía el sector más alto de la sociedad, mientras es solventada con los impuestos de los más pobres, se comprenderá a qué me refiero cuando pondero el éxito del Gobierno a la hora de comunicar su “relato”: pese a la magnitud del escándalo, la ciudadanía no ha reaccionado.

Tampoco lo ha hecho con el lapidario informe de la Pastoral Social de la Iglesia, Cáritas, respaldada en estudios realizados por el Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina en el Conurbano de Buenos Aires, que reúne al 32% -doce millones- de la población nacional. Al considerar que sólo un ingreso mensual de $ 2.150 puede evitar que una familia caiga en la miseria por la insatisfacción de la canasta básica, ha determinado que la información que provee el Indec de don Patotín Moreno esconde a la mitad de los más pobres –respecto al 34,9% real- bajo la alfombra del “relato” del Gobierno.

En ese Gran Buenos Aires, el 16,3% vive en riesgo alimentario, el 24,7% no tiene cobertura médica, el 10,8% vive en villas de emergencia, el 46,4% no tiene cloacas -¿escuchó, don Scioli?- y el 25,2% habita cerca de basurales; el 9.3% -¿y los declamados planes sociales?- de los jóvenes de 13 a 17 años no concurre a la escuela, mientras que el 25,6% está atrasado. Lo notable es que esos datos corresponden a este año, es decir, cuando ya han transcurrido nueve años del período de mayor crecimiento de la economía argentina y ocho y medio de la implantación de este “modelo de acumulación con matriz diversificada e inclusión social”.

El inusitado crecimiento del tráfico de drogas en la Argentina -país de tránsito, producción y consumo de cocaína, de su residuo -el “paco”- y de todo tipo de drogas sintéticas- demostrado por la no detectada presencia de nubes de avionetas que la transportan, ha generado un paralelo florecimiento de la inseguridad, sólo una “sensación” al decir de don Anímal Fernández, y seguramente está vinculado a los cuatro terribles asesinatos de chicos que se han producido en estos días.

La misma encuesta a la hice referencia demuestra que el 29% de los entrevistados manifestó saber dónde se venden drogas en su barrio. Los policías parecen ignorarlo, o evitan entrar en conflicto con poderosos intereses políticos para no arriesgar sus carreras individuales.

Tampoco en este caso la ciudadanía reacciona -más allá de las manifestaciones transformadas en puebladas por grupitos de inadaptados que destruyen todo a su paso- y parece dedicar toda su actividad a ver el Fútbol para Todos o los programas de pornografía inmundos que inundan sus nuevos plasmas.

El “engordamiento” gremial que los Kirchner fomentaron en Aerolíneas, también se ha producido en los gremios docentes de la ciudad de Buenos Aires, que hostilizan al gobierno de Macri usando como ariete a los chicos que se quedan sin clases. Que existan nada menos que diesiete agrupaciones distintas da una pauta de la dificultad que encuentra Bullrich para conducir el permanente conflicto, pero la gente no reacciona.

Sin embargo, la reina Cristina está sola en la punta de una pirámide en la que exclusivamente ella sabe qué lugar ocupa cada uno de sus funcionarios. Por eso, que es percibido por todo el mundo, le será muy difícil trasladar a otro el costo político del verdadero tarifazo que ha desatado.

Cuando las cuentas de luz, gas y agua comiencen a llegar a todo el mundo con los nuevos valores, el bolsillo de los llamados a pagar la fiesta consumista y populista hará que éstos griten de dolor y, sin dudas, imputarán su costo –como hicieron con Alfonsín, Menem y De la Rúa- a quien encarna la suma del poder público, aún cuando la señora merezca que nos saquemos el sombrero por su forma de relatarnos la realidad.




Bs.As., 24 Nov 11








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jueves, 17 de noviembre de 2011

¡Y al tercer día resucitó el ajuste!

¡Y al tercer día, resucitó el ajuste!









“El mundo necesita: hombres que sean



sinceros y honrados en lo más íntimo de



sus almas; hombres que no teman dar al



pecado el nombre que le corresponde;



hombres que no se vendan ni se compren;



hombres que se mantengan de parte de la



Justicia aunque se desplomen los cielos”.
Elena de White










El Gobierno ha decidido hacer saber a la ciudadanía que la fiesta que el kirchnerismo viene celebrando desde hace ocho años y medio se ha terminado, y que ha llegado el momento en que hay que pagar su precio.

El “relato”, sin embargo, impuso una vez más sus condiciones y se produjo el curioso caso en que dos ministros, uno de ellos Vicepresidente electo, sonrieran y festejaran con circunloquios –nada más prohibido en el léxico oficial que la palabra “ajuste”- el baño de agua helada que anunciaron el miércoles por la tarde.

Tampoco resultó un dato menor descubrir quiénes serán los primeros que, según decidió la Casa Rosada, deberán sacar a relucir sus billeteras. Así, el primer paso del apriete tendrá la debida anestesia, porque nadie podrá estar en desacuerdo con que los, obviamente, más ricos sectores de la Argentina –las grandes empresas, los barrios emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires, los country-clubs, etc.- sean los llamados a encabezar la fila de los pagadores.

Sin embargo, la magnitud real de las medidas anunciadas resultará, a ojos vistas, insuficiente –representan sólo un 6% de economía- a la hora de parar la hemorragia que los subsidios, que el proyecto de Presupuesto enviado al Congreso eleva a $ 75.000 millones para 2012, continúan provocando sobre las pauperizadas arcas públicas.

Ya este módico recorte implicará un impacto cierto –¿tres o cuatro puntos porcentuales?- sobre una inflación tan extremadamente alta como la que padecemos los argentinos y, cuando la tijera oficial amplíe su radio de influencia, el efecto resulta difícil de predecir.

En esta semana, don Guillermo Moreno no solamente actuó según su peculiar modo en el mercado cambiario y en las importaciones de agroquímicos sino que propinó un nuevo cachetazo a una ciudadanía que parece no dispuesta a reaccionar, cualquiera sea el agravio recibido: su Indec nos informó que el dibujo mensual sólo admitía un incremento de 0,6% en la inflación de octubre. ¿Qué hará Patotín a partir de ahora?

Desde esta columna, y desde hace años, he venido sosteniendo la necesidad de dar racionalidad al disparate que, forzado por las circunstancias, el Gobierno debió implementar en los primeros años de este siglo pero que mantuvo, cuando ya no sólo resultaba superfluo sino que llevó a una crisis energética que los argentinos deberemos pagar por generaciones. Es decir, lo mismo que sucedió con la convertibilidad, tan imprescindible para detener la hiperinflación de 1989/1990, que se transformó en una costosísima insensatez a partir de 1998.

Por ello, no puedo menos que aplaudir que, de a poco, se den pasos en el camino correcto, que nos van alejando de la inmoralidad que representa el espectáculo de los más pobres subsidiando a los más ricos que, como se les regalaban el gas, el agua y la luz, cada vez consumían más. ¡Curioso caso de política “Hood-Robin” en el declamado “modelo de inclusión social”!

Pero, como el cristi-kirchnerismo siempre debe ser fiel a su esencia, aún las razonables medidas adoptadas contienen una cuota indefinible de arbitrariedad, ya que los borrosos límites concretos de su aplicación quedarán, una vez más, en manos de los funcionarios de turno.

El tema es que, como todos los ajustes –aún cuando se los bautice de otra manera-, éste tiene un enorme efecto contractivo sobre la economía; es decir, el Gobierno se ve obligado a adoptar medidas que enfrían cuando la crisis internacional golpea a las puertas. La ciudadanía deberá dejar de comprar otros bienes para pagar la diferencia en las facturas de los servicios.

Los pueblos que supieron ahorrar en épocas de vacas gordas, hoy pueden enfrentar el tsunami global con políticas expansivas –las mismas que doña Cristina preconizó en Cannes-, mientras que nuestra Presidente, que fue coautora de la dilapidación clientelista que vivimos en los ocho años y medio del imperio K, deberá lidiar desarmada de instrumentos en el período de vacas flacas.

A partir de ahora –recordemos que el próximo mandato de la señora de Kirchner aún no ha comenzado- el descontento y la desilusión empezarán a carcomer el ánimo del 54% que se expresó a favor de su continuidad. Resulta difícil predecir, también en este caso, cómo se expresarán entonces los ciudadanos. ¿Seguirá siendo el Gobierno alto, rubio y de ojos azules?

¿Resucitarán, por ejemplo, las quejas por la corrupción cristi-kirchnerista? ¿Recordaremos a Skanska, a don Ricardo Jaime, a don Shocklender y a doña Hebe de Bonafini, a la droga en los aviones de Southern Winds y de los Juliá, a los fondos de Santa Cruz, al increíble enriquecimiento de nuestros funcionarios, comenzando por la pareja imperial? ¿Le echaremos la culpa del desmadre?

¿Y cómo reaccionará doña Cristina y sus jóvenes adláteres cuando los vientos cambien definitivamente en la opinión pública y ésta se torne por completo adversa? Una pregunta con inimaginable respuesta.

El mismo miércoles, pocas horas después del nuevo “acomodamiento tarifario”, se produjo otro episodio notable. Pese a la negativa oficial a radarizar las fronteras –medida tan innecesaria, según Anímal Fernández- lo cierto es que a la Argentina llegan miles de aviones cargados de droga, provenientes de Bolivia y Paraguay. Esta vez, lo curioso fue que una avioneta fue secuestrada, y sus pasajeros detenidos, cuando la falta de combustible la obligó a tomar tierra ¡en Pergamino! O sea, pudo volar más de mil, ¡1.000!, kilómetros dentro del país sin ser detectada.

Un último cambio de tema: el voto del ex opositor Alejandro Fargosi en el Consejo de la Magistratura permitió al Gobierno blindarse en un área trascendental en materia de corrupción, ya que obtuvo la designación de cuatro jueces federales en lo Criminal. Sí, esos magistrados que, precisamente, deben investigar las sospechas y las denuncias contra funcionarios.

Para comprender cómo me afectó, a título personal, la “borocotización” de Fargosi basta con decir que, según él mismo afirmó públicamente al ser electo, una parte importante de su triunfo se debía al apoyo que le había brindado por Internet. No es cierto, pero hice campaña a su favor, convencido de que representaría lealmente a los abogados que creemos que, en la Argentina, con una Justicia seria e independiente, todo será posible y, sin ella, nada lo será.

Debo aclarar que no tengo sospecha alguna acerca de algún trapicheo monetario en esa verdadera traición, pero creo que fue motivada en que se subordinaron intereses superiores –precisamente, los de la República- a meros aspectos políticos y coyunturales, todos ellos mezquinos. El costo que los ciudadanos pagaremos aún resulta de muy complicada dilucidación, pero no dudo que será altísimo.

Los sabios chinos, cuando quieren maldecir a alguien, le desean que viva tiempos interesantes. Tengo la certeza de que los que vendrán lo serán, y mucho.











Bs.As., 17 Nov 11


















jueves, 10 de noviembre de 2011

Adivinanzas en Cristilandia

Adivinanzas en Cristilandia



“En los momentos de crisis, sólo la imaginación


es más importante que el conocimiento”.


Albert Einstein



Desde el mismo lunes 24 de octubre, cuando la señora Presidente percibió que el humor económico de la ciudadanía tenía poco que ver con su talante político, que le había concedido el 54% de los votos positivos, y pese a que las propias espadas del oficialismo establecen en el 7% la incidencia de las compras minoristas en la fuga de capitales, el Gobierno desató una verdadera guerra, con tropas y armas de todo tipo, contra quienes pretenden comprar unos pocos dólares en la Argentina.

Entonces, si es tan bajo el factor “chiquitaje” en la compra de dólares, ¿por qué desatar el pánico que, como siempre, se transformó en un tsunami en el mercado? ¿Por qué reaccionar de ese modo, si la fuga lleva nada menos que cincuenta y dos meses consecutivos? Adivinemos: ¿estará preocupado el Gobierno porque las reservas que dice tener no son tales y, consecuentemente, no podrían responder ante una dolarización más fuerte?

Porque, debemos recordar, la única “moneda” debería ser, en la Argentina, el peso. Lo demás, dólar incluido, son “cosas”, cuyos precios dependen de la oferta y la demanda. Si hay tanta demanda como para preocupar a la Casa Rosada, resulta que la oferta no debe ser tan suficiente como debiera, y esa exacerbación de la demanda sólo puede deberse, mal que nos pese a todos, a la enorme desconfianza que despierta la falta de una verdadera política económica y a la incógnita acerca de hacia dónde se dirigirá doña Cristina en su nuevo mandato, generada por la duda acera de la identidad de su Ministro de Economía.

Las mismas fuentes oficiales, en especial la inefable doña Merceditas Marcó del Pont, Presidente del Banco Central, nos ha hecho saber que la enorme mayoría de las compras de dólares se debe a las remesas de utilidades de las empresas a sus matrices en el exterior. Y lo explican, de cara al público, por la crisis internacional, que golpea a esas mismas compañías en sus países de origen, todos ellos situados en el primer mundo.

Ahora bien, adivinemos otra vez: ¿cuál será la empresa que, en proporción a sus ganancias, más divisas remitió a su empresa-madre? Supongo que acertó: YPF, que envió a los españoles de Repsol, dueña del 85% de su capital, nada menos que 144% de lo que ganó. Sí, aunque lo sorprenda, la familia Eskenazi que, por una enorme generosidad de los dueños se quedó con el 15% de la compañía y con su administración sin poner prácticamente un centavo, mandó a España US$ 144 por cada US$ 100 que ganó.

Claro que nuestros distinguidos y exitosos compatriotas estaban obligados a hacerlo, toda vez que el contrato por el cual “compraron” el 15% de YPF establece que deben devolver el préstamo que obtuvieron para pagarlo -¡que le dieron los propios accionistas de Repsol!- con los dividendos que le corresponden por el porcentaje adquirido.

En una palabra, y por si usted no estuviera versado en estos temas, el negocio se hizo así:
a) Repsol, a la que le habían congelado las tarifas y que no tenía diálogo real con el entonces Presidente Kirchner, tenía interés en “desinvertir” en Argentina, o sea, salir y llevarse lo que pudiera;
b) alguien, muy atento por cierto, señaló como interesados en entrar en YPF a los Eskenazi quienes, curiosamente, nada tenían que ver hasta entonces con el negocio del petróleo y del gas; es más, su experiencia anterior consistía en haberse quedado con el Banco de Santa Cruz que, entre otras cosas, operó los famosos “fondos” sobre cuyo destino don Néstor (q.e.p.d.) nada explicó;
c) como los Eskenazi no tenían dinero para comprar tamaña proporción de la empresa, los propios españoles se lo prestaron, con la notable excusa de la experiencia de los compradores en “actuar en mercados regulados” (sic), además de entregarles la administración del total de YPF;
d) los nuevos gerentes (recuerde, los Eskenazi) distribuyeron, como dividendos, muchísimo más que lo que YPF ganó; con su 15% fueron pagando a los españoles quienes, a su vez, retiraron el 85% de esos dividendos, con lo cual cumplían el objetivo descripto en el punto a).

Hasta allí, y en la medida en que no había nada probadamente ilegal en la operación, no habría nada que objetar.

La cosa es diferente cuando se descubre, como explicó Alieto Guadagni en el maldito Clarín.com del 7 de noviembre, que ninguna compañía petrolera del mundo se comporta de ese modo. Así, Petrobrás distribuyó el 30% de sus ganancias, Exxon el 25%, British Petroleum el 44%, y Total el 40%, y todas reinvirtieron la diferencia en exploración. YPF, obviamente, no sólo no pudo hacerlo sino que “desinvirtió” fuertemente.

El verdadero drama radica en que, entre otras razones vinculadas al congelamiento de tarifas a toda la industria, tal como continuó explicando Guadagni (http://tinyurl.com/6mamfmv), para cubrir las obligaciones de los Eskenazi frente a los españoles de Repsol, Argentina dejó de explorar, descubrir nuevas reservas y hasta producir. Por primera vez, en más de un siglo, el kircherismo logró que la producción petrolera y gasífera cayeran.

Las reservas han disminuido, desde 2003, tan fuertemente que recuperarlas nos costará una inversión fantástica e inalcanzable, al menos para el ahorro local: ¡US$ 300.000 millones!.

Argentina es, sólo después de Rusia, la nación más dependiente del gas del mundo. Como producimos menos, y el consumo es cada vez mayor, debemos importar más, a precios internacionales crecientes. Como esos precios son en dólares, el Gobierno debe afrontarlos con lo que puede: los ingresos en divisas por las exportaciones, las reservas del Banco Central, las tenencias de la Anses, el Pami, etc. Este año, hemos pagado US$ 3.000 millones por los combustibles que importamos; en 2012, esa suma trepará a US$ 7.500 millones y, en 2013, a escalofriantes US$ 12.000 millones.

El mismo día en que el artículo citado fue publicado, YPF desplegó una fantástica cortina de humo para evitar que la opinión pública tomara conciencia de la magnitud del drama descripto. Informó que, en Loma de la Lata, había descubierto un yacimiento de petróleo no convencional que triplica sus reservas. El éxito de la maniobra se confirmó, al día siguiente, con un alza del 10% en el precio de las acciones de la petrolera en la Bolsa porteña.

Sin embargo, resulta menester explicar algunos detalles del rimbombante anuncio. Primero, se trata de petróleo “no convencional”; es decir, no se encuentra empapado en arenas sino en rocas. Segundo, se ignora, en realidad, la magnitud del yacimiento y, en especial, no se sabe si el costo de extraerlo justificaría hacerlo en algún momento. En resumen, al menos un apresurado y aventurado anuncio, que no podrá reflejarse por mucho tiempo en los balances de la empresa.

Para continuar, otra de las adivinanzas. El martes, el nuevo Secretario de Transportes, sucesor de don Ricardo Avión Jaime, protestó con indignación por manifestaciones de los dueños de colectivos que informaron que, si se quitaban los subsidios, el boleto pasaría a costar la bonita suma de $ 4,50; dijo don Schiavi que no se haría.

El subsidio al transporte representa la gran mayoría del monto total que se reparte con ese fin que, este año, ya ha llegado a los $ 75.000 millones. Dijo el funcionario, además, que “no es un tema prioritario”, pero que se “está trabajando a full en su estudio”; notable contradicción, ¿no es cierto?

Entonces, ¿quién pagará la diferencia entre el precio real y el subsidiado, cuando dejen de hacerlo? Lo mismo ocurre con el gas, la luz y el agua; cuando dicen don De Vido y don Boudou que no subirán las tarifas, ¿quiénes se harán cargo de la diferencia?

Aclaro, a priori, que estoy de acuerdo con que resulta indispensable subsidiar a los más necesitados, pero no a las empresas prestadoras. Resulta muy fácil, en la era de la computación, hacerlo; sin embargo, desde 2002, las tarifas generales no aumentan, y se ha dado el curioso caso de “redistribución e inclusión” en que los más pobres y el interior del país están pagando más para que los porteños más ricos paguen menos. ¡Notable!

Finalmente, la última adivinanza. Dada la necesidad del Gobierno de tapar algunos de los muchos agujeros por los cuales se dilapidan los ingresos argentinos, ¿cómo repercutirán esas medidas, cuando pronto se generalicen, sobre una de las inflaciones más altas del mundo? ¿Se podrá esperar hasta que ingresen los soja-dólares para actuar sobre el gasto público?

Ayer mismo, con un golpe al mejor estilo de don Guillermo Moreno, su par de la AFIP, don Echegaray, paralizó todas las importaciones de la Argentina. Una oportuna y masiva queja de los afectados obligó al organismo a volver sobre sus pasos, pero nadie sabe hasta cuándo. Obviamente, de implementarse una medida de ese tipo, las represalias comerciales de nuestros compradores extranjeros no se harán esperar.

Cuando tanto me equivoqué al pronosticar que doña Cristina no se presentaría a la reelección, entre otras cosas, lo hice pensando en que se abstendría para no tener que pagar la cuenta de la fiesta, precisamente lo que ya está ocurriendo. Si hubiera seguido el implícito consejo, hoy estaría disfrutando de la paz y de los beneficios del Calafate y de otras ciudades que, en el mundo, tanto le gustan aunque, a veces, terminen tratándola tan mal -el “orgullito” que dijo haber sentido la Presidente en la reunión del G-20 tuvo menos de cuarenta y ocho horas de vida- como Cannes.


Bs.As., 10 Nov 11



domingo, 6 de noviembre de 2011

Ajuste sí, pero ¿también saqueo?

Ajuste sí pero, ¿también saqueo?







“Tacto es la habilidad de hacer que el





otro vea la luz sin hacerlo sentir el rayo”





Henry Kissinger







La semana pasada, esta columna tuvo un título bastante parecido, ya que planteaba entre qué posibilidades debería optar el Gobierno en un muy breve plazo. Como todos sabemos, inició el camino que lo llevará a una mayor racionalidad económica, sobre todo en tiempos de crisis internacional y de complicaciones en el panorama interno. Falta saber, aún, si también recurrirá a la otra opción, como ha hecho con los ahorros privados en las AFJP’s, con las reservas del Banco Central, con el fondo de sustentabilidad de la ANSES, con las carteras del Banco Nación y hasta con la caja del PAMI.

Sin embargo, los anuncios que, con sonrisas y con circunloquios con los que evitaron la palabra “ajuste”, formularon don De Vido y don Boudou pusieron sobre el tapete una de las caras más oscuras de las demenciales políticas llevadas adelante en los ocho años y medio del reinado kirchner-cristinista. En efecto, al informar a la ciudadanía a quiénes se suprimían los subsidios a los consumos de luz, agua y gas se confirmó que, sacrificando a los más pobres (por ejemplo, a los que no tienen acceso al gas por cañería y deben pagar el precio de las garrafas) el “modelo” regaló dinero, a manos llenas, a casinos, hipódromos, bingos y bancos.

Lo que hace parecer absurdos esos anuncios oficiales es la cifra de ahorro que representan -$ 600 millones de pesos- sobre un total que el propio Presupuesto 2012 estima en más de $ 75.000 millones. Parece un poco magro el resultado, ¿no es cierto? Sobre todo, si pensamos que una suma mayor se destina a financiar el “Fútbol para todos” o a Aerolíneas Argentinas o a cualquiera de los distintos emprendimientos populistas que tan de moda están.

Tanto los ex secretarios de Energía como muchos otros analistas, incluyendo a quien esto escribe, hace años que nos desgañitamos pidiendo racionalidad en la política de subsidios, ya que el objetivo buscado se cumpliría mucho mejor si, en lugar de compensar a las empresas por el congelamiento de tarifas, se impusiera el cobro diferencial, favoreciendo a quienes menos tienen y liberándolas a quienes pueden pagarlas.

Siendo un absoluto lego en la materia, me pregunto: dado el enorme crecimiento de la recaudación por el IVA –obviamente, debido a la inexistente inflación-, ¿no sería mejor, en lugar de implementar controles de precios, que siempre fracasan, quitar ese impuesto a los productos de una canasta básica familiar? Esa simple medida implicaría un aumento directo en el poder de compra de los más humildes –que destinan la casi totalidad de sus ingresos a la comida- equivalente al 21%.

Los ministros dijeron que la medida adoptada no implicará modificaciones en las tarifas. Claro, resulta casi perogrullesco decir que, como éstas no cambiarán, el porcentaje que cubrían los quitados subsidios deberán ser absorbidos por el consumidor. Cuando la supresión de esos favores se generalice, ¿qué pasará con la inflación, que está entre las cuatro más altas del mundo?

Desde el 14 de agosto, y más desde el 23 de octubre, la economía argentina está sumida en la incertidumbre por la falta de precisiones de la Presidente y, como siempre lo han hecho nuestros ciudadanos, el precio de esa duda acerca del futuro es la fuga de capitales y el crecimiento sostenido del mercado negro. Porque todos nos preguntamos cómo pueden sostener férreamente el timón, en medio de una tempestad como la que azota al mundo, siete -¡siete!- pseudo-ministros de Economía (Boudou, Marcó del Pont, Felletti, Moreno, Lorenzino, De Giorgi y Echegaray) que, en forma permanente, se contradicen en sus recomendaciones a la Presidente.

Resulta hasta redundante decir que, en los ocho años de gobierno de la familia patagónica se ha desperdiciado la mejor oportunidad que tuvo la Argentina desde los lejanos días de la primera mitad del siglo XX, y se ha dilapidado una fortuna que, por el brutal aumento de precio de nuestras exportaciones, hubiera permitido mejorar sensiblemente la pirámide social que, hoy, presenta los mismos porcentajes de pobreza e indigencia que existían en los denostados 90’s. No hay que olvidar que, con estos precios internacionales, Alfonsín, Menem, De la Rúa o Duhalde se hubieran transformado en estadistas y, probablemente, seguirían en la Casa Rosada.

Sin embargo, el viento de cola que acompañó a los pingüinos desde su origen a nivel nacional no ha servido para transformar al país, para renovar su infraestructura, para convertirlo en una nación moderna, eficiente y competitiva. Carecemos de rutas y caminos, hemos perdido la autosuficiencia energética y todos los índices reales –no los dibujados- se han deteriorado, mientras los siderales ingresos se han malgastado en populismo y en clientelismo, cuando no han terminado en los bolsillos de los funcionarios y sus cómplices.

La apelación de la Presidente a terminar con el “anarco-capitalismo” fue un verdadero hallazgo; lo malo es que el criterio expuesto no se aplica en la Argentina en la que ella reina y gobierna. Aquí, la falta de seguridad jurídica, los controles policiales, los aprietes de don Moreno, el enriquecimiento geométrico de los amigos del Gobierno, la absurda protección a industriales prebendarios tienen muy poco que ver con la declamada postura de doña Cristina ante el mundo.

Adjudicar a la especulación todos los males y negarle todas las virtudes, amén de formar parte de un discurso infantil, retrógrado y absolutamente perimido, es desconocer que el ahorro público –destruido aquí por la fuga de capitales- y, sobre todo, la asunción de riesgos en la financiación son absolutamente esenciales para el desarrollo de los pueblos. ¡Hasta China lo ha comprendido!

Doña Cristina pronunció sus sabias palabras en Cannes, donde el viernes se reunió con el Presidente Obama. Qué se dijo, en verdad, en esa reunión todavía no lo sabe nadie más que sus protagonistas, pero pretender, como hizo la prensa del Gobierno y adicta, que la viuda de Kirchner sólo recibió halagos, parece un poco primitivo. Es más, esa entrevista no tuvo repercusión alguna en la prensa mundial; ningún diario, canal o radio extranjero la mencionó.

Obama tiene muy fresco el “grave” (según sus propias palabras) incidente protagonizado por Twitterman y sus tenazas sobre un avión norteamericano, a cuya tripulación se llegó a imputar un posible tráfico de drogas y del cual se retuvo información sumamente sensible por meses; tampoco el Departamento de Estado ha olvidado las acusaciones de integrar un complot formuladas cuando Antonini Wilson fue descubierto portando valijas chavistas ni el pesado agravio a la institución presidencial que constituyó la contra-cumbre de Mar del Plata (el sábado fue recordada por funcionarios y militantes en un acto en esa ciudad).

Después de la creciente rispidez entre Israel e Irán, el Presidente norteamericano tampoco está dispuesto a aceptar una mayor presencia de esta república islámica –hoy el mayor enemigo de los EEUU- en América Latina. Hay personal militar iraní en Venezuela y Bolivia, y tiene sumo interés en los yacimientos de uranio, indispensable para su desarrollo nuclear. El reciente giro en la posición argentina, en un sentido favorable a Adjmenijhad, tal vez motivado por la necesidad del “modelo” de encontrar reemplazo a la antigua generosidad de Chávez, debe necesariamente haber formado parte de la agenda bilateral e incluido en las condiciones impuestas a nuestro país para intentar su reenganche al mundo.

La semana que comenzará mañana nos dirá mucho acerca de la forma en que doña Cristina piensa encarar su segundo mandato. Ahora se verá si sostiene la falacia del Indec, el rechazo a las auditorías del FMI, la negación de la inflación, el atraso cambiario, la persecución a la prensa disidente, las medidas policiales sobre el mercado, la arbitraria suspensión de importaciones, etc., o si, por el contrario, continúa en la senda virtuosa que, por cierto muy tímidamente, parece haber iniciado con el recorte de subsidios a las actividades más sorprendentes.

Debo confesar que, dada la naturaleza de escorpión que el kirchner-cristinismo lleva en sus entrañas, no tengo demasiadas esperanzas.






Bs.As., 6 Nov 11