sábado, 24 de septiembre de 2016

Tiempos esquizofrénicos




Tiempos esquizofrénicos

  
  "El momento más peligroso llega con la victoria". Napoleón Bonaparte

El Gobierno no puede quejarse. Los nueve meses transcurridos desde que llegó al poder fueron, en general, exitosos: salió del default y del cepo, devaluó prudentemente, controló la inflación, hizo un giro copernicano en materia de política exterior y en el alineamiento geopolítico, renegoció satisfactoriamente los contratos con China, normalizó la relación con el FMI, redujo el costo del endeudamiento externo, recuperó la credibilidad y modificó la visión del país ante los inversores internacionales, la economía y el empleo han comenzado a recuperarse, etc. Todo ello, a pesar de la adopción de medidas dolorosas pero imprescindibles, hace que la opinión pública lo siga estimando, aunque la CGT, para no quedar fuera de la pelea por la conducción del peronismo, anunciara ayer la realización de un paro general.

Claro que todas esas buenas noticias fueron acompañadas de algunas bastante malas, todas ellas incrementadas por la falta de sinceramiento de la crisis que heredó de los Kirchner: la dramática falta de energía, los impagables subsidios, el desesperante déficit público, la verdadera magnitud de la pobreza y de la indigencia, la informalidad laboral, la situación educativa y sanitaria, la alucinante corrupción, la recesión, la caída en el poder adquisitivo del salario, y tantas otras situaciones apocalípticas.  

Los éxitos se reflejaron en la reunión de la "mini-Davos", que mostró cuánto ha cambiado la percepción internacional sobre nuestro país, y en la promesa de concretas inversiones privadas, confirmada por el incremento en las cotizaciones de los bonos y de las acciones argentinas. Por lo demás, el Gobierno está acelerando su programa de infraestructura, que augura un crecimiento del empleo en un área tan definitoria y multiplicadora como la construcción; seguramente, y como efecto colateral, también traerá aparejada una sensible disminución en la cantidad de empleados públicos, con su natural incidencia positiva en el gasto del Estado.

El Presidente, inexplicablemente, metió la pata en uno de los asuntos más irritantes para la piel nacional: me refiero a Malvinas. No entiendo por qué cometió la torpeza de decir que el tema de la soberanía había sido abordado en su breve conversación con Theresa May, algo que fue desmentido rápidamente tanto por los británicos cuanto por los mismos funcionarios locales.

 A todos nos duelen los muertos, los mutilados y los suicidas de la guerra, pero eso no cambia la realidad: la perdimos. La limitada longitud de esta nota no me permite una amplia reflexión sobre las motivaciones que llevaron a los jefes militares de entonces a retomar las islas, pero de algo estoy seguro: con las acciones bélicas se retrocedió enormemente en el prolongado proceso de recuperación legal del territorio colonizado. No basta con decir que ese camino no había producido avances significativos, porque también es cierto que, una vez ocupado pacíficamente Puerto Argentino, aparecieron distintas soluciones diplomáticas -dos o tres banderas, etc.- que fueron desechadas por los integrantes de la Junta, que prefirieron priorizar la temporaria ventaja que significó el enorme apoyo popular para un régimen ya agónico.

Gran Bretaña, acosada por sus problemas internos -y el Brexit no es un tema menor- está harta de soportar el peso presupuestario que significa mantener la defensa militar de un enclave tan lejano. Pero no le es desdeñable la privilegiada situación que le otorga la ilegal posesión de nuestras islas ante la inminente renegociación del tratado internacional de la Antártida y, también, frente a todo el escenario geopolítico del Atlántico Sur.

Argentina sólo recuperará la soberanía en Malvinas cuando el mundo se convenza que somos un país serio y respetable, y en ese camino estamos desde diciembre del año pasado. Porque, aunque no corresponda preguntar a los kelpers cuál es su decisión al respecto, tampoco se puede desconocer su existencia o, simplemente, expulsarlos; entonces, donde debemos trabajar, y muy intensamente, es en recuperar la confiabilidad, ya que la cercanía determinará una natural integración de la actual población británica, en materia de educación, de salud, de relaciones sociales, de seguridad jurídica, de comercio, de industria, de recursos naturales, etc.

Mauricio Macri, en su esfuerzo por reinsertarnos en el mundo, avanzó demasiado rápido en la normalización de todas las relaciones con Londres, sobre todo porque se encuentra vigente una ley que sanciona a las empresas que realicen actividades comerciales con compañías que trabajen en las islas. Pero huir hacia adelante, inventando la mención de algo tan significativo como la soberanía en su ligera conversación diplomática, se convirtió en un error mayúsculo y el Presidente debería hacerse asesorar mejor.

Cambiando absolutamente de tema, quiero dejar constancia de mi preocupación por el fusilamiento del oficial retirado de la Policía Federal Héctor Gonçalves Pereyra en ocasión de un presunto robo a un camión que transportaba ropa. Me sorprendieron varios aspectos del confuso episodio, que tanto me recordó la muerte de Pedro Tomás Viale, el agente de la SIDE apodado "el Lauchón", cuando el grupo Halcón, de la Policía bonaerense, ingresó a su casa a los tiros. Me pregunté si los emparentaba haber sabido demasiado.

Al camión que custodiaba Gonçalves lo emboscaron nada menos que cuatro automóviles y nada fue robado; demasiada logística para un botín tan magro que, además, fue "olvidado". Y se trataba de un testigo clave en el asesinato de Alberto Nisman, cuyo teléfono sorpresivamente se comunicó con algunos espías y funcionarios antes de que se conociera el fallecimiento del Fiscal que acusaba a Cristina Kirchner y a varios otros integrantes de la banda.

Me parece llamativo, en especial en un país como el nuestro, que tantas muertes sospechosas colecciona; todos recordamos, entre muchos otros, a Héctor Echegoyen, el Administrador de Aduanas "suicidado" con la mano equivocada; a Lourdes de Natale, la secretaria de Emir Yoma, cuñado de Carlos Menem, que se "tiró" por la ventana; a Juan Castro, un periodista que investigaba a la ex Presidente; etc. Tal como dijo Carlos Manfroni, "el desprecio absoluto por el papel de las conspiraciones en la historia es tan irreal como la convicción de que todo procede de una conspiración".

Es muy factible, diría que hasta harto probable, que nos encontremos frente a un entramado mafioso -¡uno más!- dispuesto a cualquier cosa con tal de no arriesgar posiciones logradas; y el narcotráfico ha conseguido, en la pasada década y obviamente asociado a los Kirchner, una penetración enorme. En esta materia el Gobierno debiera prepararse mucho mejor para pelear en una guerra que, mundialmente, se ha transformado en la más grave y peligrosa.


Bs.As., 24 Sep 16

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sábado, 10 de septiembre de 2016

Cuando el asco se vuelve insoportable



Cuando el asco se vuelve insoportable

"Ese espacio gris y despojado que anuncia que terminó la vida y empieza eso de todos los días". Marcelo Birmajer

La saga judicial que convirtió a la asociación ilícita encabezada -al final- por Cristina Elizabet Fernández en nuestro diario alimento mediático, por la magnitud de los desfalcos ejecutados y la variedad de las reparticiones del Estado saqueadas, produce una natural repugnancia en la mayoría de la sociedad. Según las encuestas, la integran más del 80% de los ciudadanos, que consiguieron despertar del sueño en que estaban sumidos al calor de la ilusoria y falsa bonanza de los bolsillos. De todas maneras, queda una facción irreductible, estimable entre un 15 a 20%, que aún cree en el relato de liberación y progreso que tan eficientemente vendió el kirchnerismo; se da aquí el curioso caso de pobres defendiendo a ricos que los condenaron a la miseria.

Sin embargo, el miércoles se produjo uno de esos históricos momentos-bisagra, que deberían cambiar para siempre el derrotero de los pueblos y, sobre todo, la suerte de los grandes personajes. Me refiero al estudio que publicó el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, que determinó que, en cifras del último trimestre del mandato de la siniestra viuda, uno de cada cinco chicos argentinos tenía déficit alimentario o, vulgarmente, padecía de hambre estructural.

Porque ese día, la mugre rebalsó. Hasta entonces, las cifras robadas por los Kirchner y todos sus cómplices eran, en el fondo, números; enormes y a veces inasibles, pero sólo números. Ahora, después de la extendida década más favorable a la Argentina en los últimos noventa años, ya no cabe duda que no estamos solamente ante una defraudación a la administración pública de escala planetaria. Los duros datos dados a conocer confirman que, como he afirmado en muchísimas notas, aquí se cometió un verdadero genocidio, un delito de lesa humanidad y, como tal, imprescriptible.

Los Kirchner no dudaron en robar empresas y hasta actividades enteras, pero ahora sabemos que tampoco lo hicieron cuando se trató de quitar la comida de la boca, literalmente, a los más pobres, a los más indefensos, a quienes carecen de todos los servicios elementales que el Estado debería brindarles, como salud y educación. Ahora, no sólo se cayó la careta que usaron durante casi trece años sino se comprobó que su afán de lucro no reconoció límite alguno. Don Néstor sostenía que, para hacer política, se necesitaba platita; sin embargo, pese a lo mucho que acumularon, irremediablemente fueron expulsados del poder, porque sólo se trataba de una excusa.

La humanidad entera se ha preguntado, a lo largo de los siglos, a qué simas de maldad puede llegar una persona. Stalin, Hitler y muchísimos otros batieron records absolutos, pero pertenecen a la historia. En cambio, los argentinos convivimos, día a día y en la calle, con especímenes dignos de figurar en el libro de los records de Guiness, a quienes hemos votado una y otra vez sin preguntarnos qué pasaba en los pasillos del poder. En especial, sólo el porcentaje que convirtió a Cristina, en 2011, en uno de los presidentes más votados de nuestra democracia, nos cubrirá eternamente de vergüenza.

Por eso, la cuestión acerca de si la viuda de Kirchner debe ir presa ya mismo o no, se transforma en totalmente irrelevante, tanto como la presunta vocación del Gobierno de tenerla como sparring en las elecciones legislativas de 2017. Ya no se trata de una situación sobre la cual se pueda especular políticamente, y el eventual riesgo de una reacción violenta frente a su detención tampoco puede condicionar la decisión de los jueces.

Como nación, cuyas pústulas asquerosas exhibimos impúdicamente ante el mundo entero, no nos podemos dar el lujo de seguir esperando que la Justicia se desperece y reaccione, cumpliendo así con el deber que la ley le impone. Tenemos la obligación, como sociedad, de reclamar al Consejo de la Magistratura que ponga en marcha, de una buena vez, la auditoría en los juzgados federales de todo el país que tramitan causas de corrupción, pasadas y presentes y, con su resultado, sancione a los jueces que no hayan sabido -o querido- ejercer el supremo rol que la Constitución les adjudica; asumamos ese deber, entonces, y salgamos a la calle pacíficamente a ejercer la lícita y legal presión civil.

En esta partida no solamente nos jugamos nuestro pasado sino, peor aún, nuestro futuro. Nadie confía en un país que, frente a tantos crímenes, mantiene su indiferencia, que equivale a la impunidad de los criminales ni, por supuesto, está dispuesto a invertir en él. Basta, para confirmarlo, que Perú sólo comenzó a crecer cuando condenó a Alberto Fujimori a los largos años de cárcel que aún purga, después de obtener su extradición de Japón en 2005, donde se había refugiado creyendo que su doble nacionalidad lo ampararía.

El otro episodio de la semana fue el fallo de la Corte Suprema en el tema de las tarifas eléctricas. No voy a referirme a sus aspectos socio-económicos, pese a que le permitieron al Estado un enorme ahorro en subsidios, sino a la fuerte reprimenda que aplicó a la Juez federal Martina Forns, de San Martín, que había dictado una medida cautelar para impedir los aumentos de las facturas de luz en todo el país. Lo relevante no fue la supina ignorancia del derecho que le fue atribuida por los jueces supremos, sino su adscripción a la organización kirchnerista Justicia Legítima, creada precisamente para colonizar al Poder Judicial, garantizar la impunidad de sus mandantes y, cuando éstos no pudieron sobrevivir al tsunami electoral, intentar convertir en un infierno inhabitable la gestión del sucesor.

Esta situación ya había sido puesta en blanco y negro por el Juez federal de Mar del Plata, Alfredo López, quien tiene a su cargo las agresiones a pedradas que debieron soportar Mauricio Macri y María Eugenia Vidal en esa ciudad, protagonizadas por integrantes de La Cámpora, claramente identificados. El magistrado se vio obligado a amenazar con su renuncia, ante la negativa de los fiscales dependientes de Alejandra ¡Giles! Carbó, otro notorio esbirro de Cristina, a impulsar la investigación  por los delitos cometidos.

Con ello, y por escrito, alertó al Poder Ejecutivo que, mientras Justicia Legítima siga existiendo -en realidad, mientras sus miembros sigan ocupando lugares de relevancia en el Poder Judicial, Cámara Federal de Casación Penal incluida- no será posible gobernar.

Sólo nosotros, los ciudadanos, podemos corregir y enmendar ese escenario. Demostremos así que, al menos esta vez, el asco que nos produce ya nos resulta insoportable.


Bs.As., 10 Sep 16

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sábado, 3 de septiembre de 2016

Terremotos en el Carnaval del Sur



Terremotos en el Carnaval del Sur

"Y aquí en la puerta, cansado de vagar,
las mascaritas al baile miro entrar".
Francisco García Jiménez

Le ruego se tome el trabajo de releer "Las Olas y la Hipocresía" (http://tinyurl.com/o5h3zc2), ya que podrá comprobar que, en marzo de 2015, era posible prever los gigantescos terremotos que se están produciendo en América del Sur, forzados por un ansia de decencia y anticorrupción que, en épocas de bonanza, nunca es tan intensa en nuestros pueblos, en especial cuando son gobernados por regímenes populistas que, al menos en teoría, "roban pero hacen".

Desde entonces, esos movimientos telúricos se llevaron al cajón más indigno de la historia a la extendida y relatada década de los Kirchner que, cual "atilas" contemporáneos, arrasaron la Argentina durante doce años, a punto tal que hoy cuesta ver al pasto crecer después del paso de aquellos caballos; como aquí ese cambio copernicano se produjo a través de las urnas, los regímenes regionales que se habían transformado en sus socios nada pudieron decir, más allá de plañideros discursos de despedida a Cristina.

Antes que ella, habían sido defenestrados, siguiendo procesos estrictamente constitucionales conducidos por los congresos y la justicia, tragicómicos personajes como Zelaya, en Honduras, y Fernando Lugo, el obispo padre de una cuantiosa grey. En este último caso, sin embargo, su expulsión dio pie a los caraduras Lula da Silva, Néstor Kirchner y  Pepe Mujica para usarla como excusa y suspender al Paraguay como miembro del Mercosur; el orgulloso parlamento guaraní se oponía al ingreso de Venezuela al agonizante club, y así don Hugo Chávez pudo finalmente sentar en él sus reales.

Esta semana culminó en Brasília el juicio político que expulsó a Dilma Rousseff del Palacio do Planalto. Todo el proceso, más allá de reconocer que muchísimos de los diputados y senadores que votaron en su contra están imputados por graves hechos de corrupción cuando no de crímenes comunes, fue conducido en el marco de la más estricta legalidad, controlada por el Supremo Tribunal Federal, uno de cuyos integrantes presidió las últimas sesiones de votación; el resultado se expresó a través de una mayoría que excedió, en mucho, los dos tercios necesarios.

Intentar explicar en detalle y en una breve nota cómo funciona la política en Brasil constituye un reto imposible y, por ello, sólo diré que la brutal caída en la popularidad de Dilma y del propio Lula no se debe sólo al estallido de los escándalos del petrolão, el lava-jato o el antiguo mensalão, que han llevado a muchos funcionarios, ministros, políticos y empresarios a la cárcel, algunos con penas durísimas; desde mi punto de vista, mucho ha tenido que ver en esa penosa ecuación la fuerte reversión en el proceso que con FH Cardoso, Lula y Dilma (en su primer mandato) había logrado sacar de la pobreza a cuarenta millones de brasileños, que comenzaron a consumir, desde mejor comida hasta celulares. Ahora, los muchos que han vuelto a caerse de la clase media se han transformado en los peores críticos del PT y de toda la política, en general.

Michel Temer, jefe del PMDB y otrora Vicepresidente de Dilma, concluirá el mandato de ésta hasta el último día de 2018. Carece hoy de apoyo popular, y él mismo está alcanzado por denuncias graves de corrupción; sin embargo, creo que podrá sacar a su país de la profunda crisis en que el populismo del PT lo sumiera y, apoyado en las predicciones del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, estoy convencido que Brasil volverá a crecer en 2017. De más está decir que se trata de una espléndida noticia para Argentina, ya que se trata de nuestro principal socio comercial.

Con una celeridad digna de mejor causa, el mismo miércoles los disfrazados y paradigmáticos demócratas Evo Morales, Rafael Correa y Nicolás Maduro (por si no lo ubica, es el que recibe mensajes de parajicos chiquiticos) retiraron sus embajadores de Brasília arguyendo que se había producido un golpe de estado fomentado por los medios concentrados y las grandes corporaciones (¿le suena?), y Cristina Elizabet Fernández se sumó a ese coro de ridículas viudas a través de Tweeter; claro, todos lo hicieron para justificar sus propios relatos.

Por su parte, el propio Maduro debió soportar, a pesar de la campaña de terror desatada para evitarla, una muy masiva marcha, que se repetirá este mes, en Caracas y en todas las ciudades importantes de Venezuela para exigir al Consejo Electoral el cumplimiento de los plazos legales -curiosamente establecidos por la Constitución que sancionó el propio Hugo Chávez- para convocar al referendum revocatorio que busca su expulsión del poder antes de fin de año. Toda América del Sur, una vez más, ha demostrado cuán hipócrita es al declamar contra las violaciones a los derechos humanos: así como lleva décadas de silencio frente a las atrocidades de los gerontes cubanos, hoy repite esa más que vergonzosa actitud ante el régimen venezolano, que no hesita en detener y torturar opositores, vaciar las instituciones -Congreso incluido-, robar a manos llenas, convertir a su país en un narcomercado terrorista, asesinar a sus conciudadanos, y hambrearlos hasta la muerte.   

También la tienen ya muy dura, por diferentes razones, Correa en Ecuador, Bachelet en Chile, Morales en Bolivia y Vázquez en Uruguay. El primero, atado a la convertibilidad, ha visto su economía destrozada por la caída del precio del petróleo, vendido a futuro a China en pago de los siderales préstamos recibidos y malgastados. Michelle, practicante de un estatismo insensato, está destruyendo uno de los modelos de desarrollo más exitosos de la región, y la baja en la cotización del cobre está contribuyendo a ese nefasto propósito; por lo demás, su propio hijo está involucrado en un caso de corrupción, algo inaudito en el país. Evo, tras una movida de incierto futuro sobre el sector minero, soportó que uno de sus ministros fuera asesinado a golpes por una turba de huelguistas, y se ve vinculado a episodios de corrupción a través de su amante. Y a Tabaré, que también está haciendo lo suyo en materia de estatismo idiota, le resulta imposible gobernar por los palos en la rueda que pone todos los días no la oposición sino su propio partido, cuya facción mayoritaria conduce el inefable Pepe.

En general, entonces, estamos ante un panorama esperanzador. América Latina está despertando, quiere terminar con la corrupción y, con certeza, la democracia representativa imperará en nuestros países, que podrán así retomar la senda del desarrollo sustentable. Disponemos de innumerables recursos naturales, apetecidos por el mundo entero. Pero debemos poner el acento en la educación y el progreso de nuestros pueblos, ya que son los únicos medios idóneos para permitirnos salir del atraso y cerrar la gigantesca brecha tecnológica que nos separa de los países centrales, que todavía tiende a profundizarse.


Bs.As., 3 Sep 16

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